Mientras guarda silencio ante el intervencionismo del embajador designado Peter Lamelas y resiste críticas internas, el gobierno de Javier Milei vuelve a recurrir a una estrategia conocida: exponer y atacar a su vicepresidenta, Victoria Villarruel. Cada vez que el oficialismo pierde el control de la agenda, apunta contra la vice como cortina de humo para reinstalar el eje de debate.
La embestida se intensificó esta semana. El Presidente la calificó de “bruta traidora”, el ministro de Defensa, Luis Petri, la acusó de haber “comprado la agenda de la oposición” y el vocero presidencial, Manuel Adorni, sentenció que “no es parte del proyecto”. Mientras tanto, en redes sociales, por primera vez, la propia Karina Milei es blanco de críticas de los militantes libertarios, evidenciando el desgaste del núcleo duro.
El detonante: un fracaso parlamentario
El conflicto se reactivó tras un nuevo revés del oficialismo en el Senado, en una sesión que el propio Ejecutivo no supo controlar. Lejos de asumir su torpeza política, Milei decidió cargar contra Villarruel por no frenar el tratamiento de un proyecto que proponía aumentar jubilaciones y ajustar en partidas sensibles para el Ejecutivo, como los gastos reservados de la ex SIDE y los viajes presidenciales.
La narrativa libertaria buscó así desviar la atención de un cierre de listas caótico y la frustrada foto de unidad en La Derecha Fest. El mensaje fue afinado entre Adorni y los hermanos Milei y tuvo un segundo blanco: Axel Kicillof, a quien apuntaron para encender la militancia con vistas al 7 de septiembre.
Una fórmula rota desde el origen
La fórmula Milei-Villarruel nació marcada por la tensión. Ya en campaña, Villarruel exhibió autonomía con actos propios que le valieron el veto de Karina Milei. Al llegar al poder, fue desplazada de toda influencia sobre áreas clave como Seguridad, Defensa y la AFI. Desde entonces, la motosierra también la apuntó a ella.
Lejos de acatar ese cerco, Villarruel comenzó a diferenciarse. Retomó sus recorridas por el interior, sumó al politólogo Mario “Pato” Russo y tejió vínculos con gobernadores que confrontan con el Presidente. Santa Fe, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero fueron sus primeras escalas. Allí, posó con dirigentes críticos del Ejecutivo y cultivó un perfil federalista que incomoda a la Casa Rosada.
En un gobierno que tensiona los límites institucionales, Villarruel —paradójicamente— aparece como la figura que más se apega a las reglas: respeta el reglamento del Senado, dialoga con todos los bloques y, según su entorno, quiere preservar la estabilidad. Algunos libertarios la acusan de pactar con el peronismo, pero en su entorno aseguran: “Se mantendrá leal aunque la aíslen de todo”, aunque no descartan una construcción propia para 2027.