Fiesta Popular del Picapedrero: diálogo entre pasado y presente, de cara al futuro

Cuenta la gente mayor y lo certifican postales y fotos de época, que a poco más de seis kilómetros del centro de Tandil, en tiempos en que esa distancia parecía muy lejana, existió un cerro de granito que semejaba los perfiles de dos leones enfrentados. La explotación minera que se inició a fines del siglo XIX y se intensificó hasta bien entrado el XX, dejó allí dos enormes cavas y una historia de lucha. La vecindad de uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de las Sierras, se organizó para dar lugar a una fiesta tan irrepetible y única, como fiel a sí misma.

A modo de previa, en las vísperas de su 5ta edición, compartimos esta nota que retrata lo que se vivió en la 4ta, celebrada el 10 de octubre de 2021. La Fiesta Popular del Picapedrero se presenta como un reconocimiento a Cerro Leones, a su historia invisibilizada como cuna de la unidad obrera, y a su potencialidad desde la memoria, lo ambiental, lo turístico, lo artístico y lo recreativo. Conviven en la participación desde el gremio AOMA hasta la Asamblea en Defensa de las Sierras. Más allá de los salames y quesos, Tandil se inició como ciudad con la labor picapedrera, pero en este siglo la realidad es otra y el debate por un modelo de desarrollo continúa y no escapa a este evento.

UNA CAMINATA QUE HONRA A LA MEMORIA Y LA FRATERNIDAD

Domingo 10 de octubre de 2021, minutos después de las 10 de la mañana. El día asoma nublado y algo fresco, sin amenaza de lluvia a la vista. Desde la esquina de Azucena y Suárez García, en el barrio La Movediza, parte en caminata poco más de una treintena de personas. Avanzan sobre la tierra de calle Azucena: quienes ya han sido de caminatas anteriores, con paso presuroso; quienes se inician y ven por primera vez la postal, quedan más atrás, observan en detalle, comparten sensaciones y descubrimientos. En ese trayecto de tres cuadras, la ruralidad le gana a lo urbano, y a la izquierda de las y los caminantes, lo silvestre se adueña de la banquina. Ante las preguntas que se reiteran, se hace un alto explicativo: la licenciada Cecilia Ramírez, del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, toma la palabra con una rúcula salvaje en mano y señala otros tantos especímenes vegetales comestibles que ha divisado en este breve tramo, que las familias picapedreras incorporaban en su cocina. En esa precisa coordenada, una mujer lleva como prendedor en su campera una fotocopia plastificada en la que se ve a un picapedrero de principios del siglo XX en su plena labor; delante de ella, una joven artista abraza una pancarta de su propia creación, que reza: ‘Defender las Sierras y la Memoria’.

A casi dos kilómetros de allí, en la Plaza de la Democracia, el vecindario de Cerro Leones ultima detalles: integrantes del Club Figueroa prenden el fuego para los choripanes que venderán dentro de unas horas, en instalaciones de la Secundaria N° 16, y con lo que recauden intentarán mitigar las pérdidas que el Club y la Biblioteca del Cerro han sufrido por robos recientes; arriban feriantes que, en lucha con el viento que acaba de levantarse, comienzan a disponer sus stands; estudiantes, docentes y directivos de la Escuela Técnica N° 5 instalan gazebos y consolas, y hacen pruebas para transmitir su ya tradicional radio abierta por el dial de la Radio Mágica 90.3; y llegan ciclistas para dar una vuelta por el barrio. Minutos después, las y los vecinos se concentrarán en Galicia y Basso Aguirre, para esperar a les caminantes: punto de llegada y de partida… incluso, para la Fiesta misma.

Unos metros más delante de esa primera parada en la Caminata, la calle Azucena se eleva levemente y emergen de la tierra los restos de la que en vida canteril fuera una vía de trocha angosta. Un hito de parada obligatoria en esta actividad que organiza desde 2018 la Asamblea Ciudadana por la Preservación de las Sierras de Tandil, entidad ambientalista que participa en la Fiesta Popular del Picapedrero. Sobre las vías, el presente se detiene frente al sepia y da lugar al eco de marchas y encuentros: en silencio y con concentración, se hacen oír pasos fuertes de recién llegados a estos lares australes. Pasos de montenegrinos, italianos, croatas, españoles y yugoslavos de botines pesados y suelas reforzadas con tachuelas: unos, provenientes de la cantera de La Movediza, en dirección hacia Cerro Leones; los otros, desde el campamento canteril de Cerro Leones hacia La Movediza. Ambos coinciden en un mismo tiempo y en ese mismo exacto lugar: hacia fines del siglo XIX y principios del XX, esa vía por la que se sacaba el material pétreo para comercializar, conectaba a ambos emprendimientos canteriles y a sus trabajadores. Ana María Fernández Equiza, integrante fundadora de la Asamblea y docente investigadora de la carrera de Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas de la Unicen, revive lo que le contó un señor mayor, de apellido Zampatti, nacido en La Movediza: “Cuando debían resolver cuestiones sindicales y sociales, partían la diferencia: los de Movediza caminaban y los de Cerro Leones se acercaban a este punto de encuentro, la mitad de ese camino. Por eso llamamos a este trecho ‘Caminata de la Amistad y la Solidaridad’ entre ambos barrios”.

Son las 10.35. Sobre Basso Aguirre, a les ciclistas se suma una caravana de patinadores que vienen desde el Club Figueroa. Ya son casi un centenar quienes esperan con ansias a les caminantes. No falta nunca quien da falsa alarma de la proximidad de esa llegada. Sobre calle Azucena la caminata prosigue, esta vez en bajada y por un espacio transformado en basural clandestino. Una de las pancartas que porta un ambientalista reza: ‘Fraternidad entre los seres humanos y con la naturaleza de la que somos parte’, mientras el verde resiste a los embates de una involución sin miras de biodegradarse. Cruzan con cuidado y rapidez la Ruta Provincial 30, para ingresar a Cerro Leones por calle Galicia. En algunos intersticios, las vías vuelven a emerger, pero en propiedades privadas. Un detalle no pasa desapercibido: en una de las cunas del Tandil Picapedrero, no hay siquiera una cuadra adoquinada. Alguien compara la situación con la de la heladería familiar en la que nadie osa hundir una cuchara en el producto que les da de comer.

Para quienes ya han participado de las caminatas del 2018 y 2019, ver el tanque de agua oxidado, que saluda con un ‘Buen día Tía Tere’, es señal de que la llegada está ahí nomás. Ya sobre la parada de la vía se avisó que el último tramo se hará sobre lo que queda de ella, para más simbolismo: “No está del todo bien, en buenas condiciones, pero se puede”, advirtieron. Sobre el pasaje Ferrocarril, las vías vuelven a hacerse públicas. Los relojes marcan las 11 y desde Basso Aguirre se avista a quienes llegan por las vías, recreando lo que solían hacer, un siglo atrás, aquellos picapedreros de esas canteras pioneras de aquel Tandil. Sonrisas en las caras, aplausos, abrazos de bienvenida y emoción. Las remeras con el logo de la Fiesta Popular del Picapedrero identifican a quienes forman parte de la organización, pero también las portan quienes ya son fans de este evento que lleva cuatro ediciones. Bicicletas, patines, caminantes, avanzan hacia la Plaza de la Democracia (en Maderni y Basso Aguirre), fundides en un canto: ‘¿El Cerro está? Sí, está. Entonces, mueva, mueva, mueva el Cerro mueva!’. Así se corta la cinta, invisible, que da por inaugurada la 4ta Fiesta Popular del Picapedrero en Cerro Leones.

EL GÉNESIS: DE LA IDEA A LA MATERIALIZACIÓN

Probablemente, en aquel 25 de agosto de 2018 en el que se rebautizaron las antiguas calles ‘3’ y ‘4’, no se cruzó por la mente de les allí presentes que ese humilde y sencillo acto empujaría al nacimiento de una fiesta de tal magnitud. Flavio García es vecino de Cerro Leones desde hace 20 años, integra la Comisión Organizadora de la Fiesta y rememora aquel momento en que al hallazgo de esas dos calles sin nombre, siguieron las clases recibidas por estudiantes de la Escuela Secundaria N° 16. Clases para explicarles sobre la importancia de identificarlas y homenajear: “Los nombres de las calles del barrio de Cerro Leones son de antiguos vecinos, antiguos picapedreros, gente que vivió o hizo cosas en el Barrio”. Quince días después, luego de indagar en la historia del barrio, les chiques (del propio Cerro Leones, de El Tropezón y de La Movediza) propusieron ‘Luis Ricardo Nelli’ y ‘Mateo Galbassini’; y había otro posible, pedido desde la gestión anterior de la Comisión Vecinal. En un acto muy emotivo para la barriada, en 2018, una de las calles pasó a llamarse ‘Luis Ricardo Nelli’, inmigrante italiano y de los primeros dirigentes sindicales canteriles de Tandil; y la otra, ‘Jano Burelle Kluga’, nene de cinco años que falleció de cáncer en 2011, vecino del Cerro y cuyo caso despertó la solidaridad y movilización de todo el partido de Tandil y la región.

Anabela Tvihaug, secretaria de Extensión de la Facultad de Arte de la Unicen e integrante de la Comisión Organizadora, recuerda los proyectos en que estaban ocupades aquelles estudiantes de la Secundaria, cuando Federico Martínez era su director: “Habían trabajado en conseguir juegos saludables para la Plaza y mejorarla; también con energías renovables para la institución y en el cuidado del medioambiente; otro tanto en torno a su historia… Esas ideas y proyectos, latentes y palpables en la propia comunidad de Cerro Leones, fueron la base para pensar una celebración del barrio”. Tvihaug recuerda que el propio Martínez le comentó a ella, como gestora cultural y trabajadora de Extensión de la Unicen, la idea que tenían desde hacía tiempo: “Un evento con eje en la identidad del barrio, para recuperar esa historia lugareña bastante escondida y para poner en la agenda pública a Cerro Leones como barrio, que por quedar pasando la ruta y con un camino de ingreso poco claro, quedaba fuera del foco de la ciudad”.

Flavio García también recuerda charlas alrededor de ese proyecto, luego del nombramiento de las calles: “Habíamos empezado a hablar con Federico (Martínez) sobre hacer ‘algo más’, para reivindicar al barrio y su identidad. Me comentó lo de hacer una Fiesta, en una charla entre dos. A los días, ya fue una charla entre tres, y al mes, entre varios”. La idea contagió y se impuso a los miedos e inseguridades de les convidades: “Realmente, a mí me parecía difícil de realizarse… pero se hizo y en pocos meses”.

Desde la Secundaria N° 16 se convocó a los demás actores comunitarios que se aunaron aún más: la Primaria N° 4, el Centro Comunitario, el Centro de Salud, el Bar ‘El Cerro’, la Biblioteca del Cerro, el Club Figueroa, las cooperadoras escolares, la Murga ‘Guardianes del Cerro’, junto a vecinos y vecinas que se unieron para organizar la Fiesta. En tren de colaborar con la concreción de ese aluvión de ideas y propuestas, aparecieron agentes como la Universidad Nacional del Centro y su Punto de Extensión Territorial en el barrio, con su experiencia en la gestión cultural comunitaria.

Así se construyó, colectivamente, en 2018, la primera Fiesta Popular del Picapedrero, con el ‘6 de octubre’ marcado en el almanaque: fecha en la que se fundó, en 1906, la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras de Tandil’, de los primeros sindicatos del partido de Tandil. Fiesta, como indica Tvihaug, “con ejes en la Historia y el Patrimonio, en lo festivo y lo recreativo, en los proyectos educativos (el trabajo de estudiantes y docentes involucrados con su historia, generando propuestas para compartir), y en la puesta en valor y en la agenda pública al barrio en sí”. La puesta en agenda de Cerro Leones impuso lemas como el de ‘una fiesta popular del picapedrero, organizada desde las bases’, “porque fue realmente así: ese impulso por decir y hacer por el que múltiples actores se vincularon y establecieron lazos para que existiera esta celebración; y porque había y hay muchos reclamos, como el de un plan de urbanización definido, contemplando las necesidades e idearios de los vecinos ‘históricos’ y de los ‘nuevos’, en donde el progreso también vaya de la mano con la naturaleza”, subraya Anabela.

DE PEDIDOS E INAUGURACIONES

Son las 11.30. El vientito no cesa y refresca el ambiente. Sol y nubes están en intermitencia, y así será toda la jornada. Mientras quienes se acercan a disfrutar de la Fiesta lo hacen por la entrada principal de Basso Aguirre, no son pocos los y las vecinas que pispean el panorama desde sus puertas, con caras de estar ante una invasión alienígena. Otres preparan sus pastas o asados, para recibir a amigues y familiares, con quienes irán a la ‘Plaza de la Democracia’ luego del almuerzo. Peques y no tanto entran en calor en esos juegos conseguidos por el esfuerzo estudiantil, también trepan y saltan desde enormes rocas (una instalada; la otra, por inaugurar), cerca de la escalera de piedra que une a la Secundaria con la Plaza.

Comienzan a llegar integrantes de las colectividades de Tandil: desde croatas, yugoslavos, bolivianos, españoles, originarios, brasileros, italianos, montenegrinos, hasta dinamarqueses, lituanos, portugueses, alemanes, vascos, entre tantos otros. Con sus banderas y ropajes típicos, le inyectan color al momento protocolar del acto: los discursos. Desde los parlantes, no hay centímetro en la Plaza en el que no se escuche lo que está sucediendo en la Radio Abierta: las entrevistas a Federico Martínez y al jefe comunal Miguel Lunghi. Desde el escenario, Jorge Cesario, panadero, vecino del barrio y animador del evento, invita a cantar el himno, mientras las banderas de las colectividades ya se elevan para entonarlo.

Como uno de les fundadores de la Fiesta, Federico Martínez (ayer director de la Secundaria 16, hoy jefe de la UDAI Tandil de Anses) inicia la ronda de discursos. Agradece a la Comisión Organizadora y al vecindario del Cerro, por “toda la participación que se tuvo para el día de hoy, en tiempo récord”: luego de la edición virtual del 2020, se enteraron hace mes y medio que la Fiesta se podía hacer de manera presencial en este 2021: “Se fueron dando la apertura, las vacunas que nos están permitiendo salir de esta pandemia, el cuidado que tuvo cada uno en sus casas, y por eso estamos hoy festejando acá”.

Martínez conecta aquel 2018 con este 2021, con un relato que ya es un clásico en los discursos de la Fiesta, pero bien vale historizar ante un público que aumenta y se renueva cada vez. El ex directivo destaca la invitación a las colectividades: “Cada una puede dar cuenta de lo que representó para la historia de sus abuelos y bisabuelos trabajar en Tandil, acá nomás, atrás del escenario, donde no podemos ver el cerro porque apareció la tecnología y la explotación fue mucho más fuerte”. Luego, resalta el hecho por el cual esta celebración tiene su origen: el año 1906, la organización de los picapedreros en pos de más derechos, y la creación de la ‘Sociedad Unión Obrera de las Canteras’ (antecedente de lo que luego sería AOMA –Asociación Obrera Minera Argentina-): “Recomponer y pensar en el trabajo que se hacía en ese momento sirve para tener memoria sobre las luchas de trabajadores que dejaron la vida en lugares como Cerro Leones, trabajando para un jefe que los trataba bastante mal y que no tenían siquiera un salario porque les daban una moneda que sólo podían usar en la proveeduría de la misma cantera”.

Ese espíritu está internalizado en la barriada del Cerro: se materializa cuando como comunidad se organizan, donde la Fiesta es una excusa para mejorar su calidad de vida. Martínez comparte que le escuchó decir al Intendente, en la radio abierta, hace minutos, que siempre que viene a la Fiesta se lleva una carpeta: “Y hoy no va a ser la excepción”, le adelanta. Serán dos pedidos: uno, que se relaciona con el lema de la edición 2019, ‘Que la piedra vuelva al Cerro’. A propósito del trabajo hecho desde Cerro Leones para el crecimiento de la ciudad con el adoquinado, les vecines pedirán que los adoquines que se sacan por obras, vuelvan al Cerro para armar un anfiteatro, monumentos, esculturas, intervenciones en la Plaza u otros puntos del barrio, que puedan ser utilizados por la comunidad para diferentes actividades. “En el lugar donde está el escenario debería haber un escenario natural, hecho con esas rocas que se fueron de acá hace más de cien años y no han vuelto. Queremos recuperar ese trabajo que se hizo con la sangre y el esfuerzo de los trabajadores”, remarca Martínez.

LA FIESTA COMO INSTITUCIÓN: DE REPERCUSIONES, CAMBIOS Y LEGADOS

Al interior de la vecindad de Cerro Leones, la Fiesta toca distintas fibras, atraviesa las historias familiares con diversos efectos y reacciones. Como en toda cuestión que implica convivencia y heterogeneidad, los bemoles emergen. Uno de ellos: cierto pensamiento conservador, cierta resistencia hacia ‘lo nuevo’, de parte del vecindario cuyos apellidos están en sus calles: novedad que implica desde la gente que se muda al barrio hasta la Fiesta misma. Flavio García recuerda lo mucho que costó la organización y aceptación de la primera edición de la Fiesta: “Era algo nuevo. Teníamos que convencer a la gente, ir a buscarlos”. Sin embargo, a las y los escépticos que creyeron que sólo irían diez personas a la Plaza de la Democracia aquel 6 de octubre de 2018, la cantidad de gente que ha llenado ese ámbito del barrio en las tres fiestas presenciales, venida de diversos puntos de la ciudad y la región, “les cambia la forma de verlo”.

En la Comisión Organizadora han ensayado un esquema de heterogénea respuesta barrial: están las muchas y muchos vecinos que son arte y parte, que se involucran en la organización y realización de actividades; otres encuentran en la Fiesta una oportunidad para vender y hacer conocer sus emprendimientos; están quienes lo viven como una verdadera fiesta, que la esperan con mucha ansiedad durante todo el año, a punto tal de invitar a familiares y amigues a acercarse a Cerro Leones para esa fecha; para quienes desde hace añares no han vuelto a entrar a las instituciones del Barrio, la Fiesta les permite reencontrarse con sus recuerdos; y para las personas que alguna vez fueron vecinas del Cerro, el evento les significa una excelente razón y excusa para volver, al menos por ese día, a ese terruño parte de sus vidas.

En la edición 2021, casi pospandémica, las ganas por salir y reencontrarse vencieron reticencias. García no puede disimular su sorpresa: “La gente nos busca a nosotros: se cambió la historia. Muchos vecinos se incorporaron, se acercaron a ayudar, a dar una mano… Hasta organizaron actividades!”. Observa a su alrededor y encuentra, a golpe de vista, a gente del Barrio que nunca había estado, ahora en pleno disfrute de la Fiesta: “De a poco se van metiendo. Vi gente que jamás pensé que iba a estar en la Fiesta, y en eso tienen que ver las instituciones: el Club, la Biblioteca, las escuelas”. Lo mismo opina Luciana Pillado, vecina de Cerro Leones, que llegó al lugar hace poco más de una década: “Como la Fiesta va saliendo cada año mejor que la anterior, se van entusiasmando más los vecinos para participar y hasta para disfrutarla más”.

La Fiesta Popular del Picapedrero es un paso enorme en el rescate del legado de aquellos obreros de la piedra que, con su trabajo y lucha, convirtieron a Tandil en ciudad. Desde 2018, sobre los adoquines de Rodríguez, se sienten pasos fuertes. Remiten a La Movediza, a Cerro Leones, a San Luis, a Albión, a Federación, a La Aurora… Avanzan y el centro tiembla. Parece ruido de botines con tachuelas. Se reconocen estrofas de ‘Hijo del Pueblo’ en el susurro de voces graves. Lo desvanecido va tomando cuerpo, forma: un ejército de enormes abandona la invisibilidad. ‘Los desconocidos de las sierras’ flamean su rojo estandarte. Los pasos se multiplican y se hacen cientos, miles… Pero hay algo que en este 2021 cambia: ya no se oye, simultáneo al avance de la marcha, el estrepitoso golpe en seco de persianas y puertas, como en 1908. Quizás ahí reside la fuerza de esta Fiesta surgida a seis kilómetros de la pirámide de la Plaza Independencia. La sociedad de Tandil ya no los niega: los reconoce y les agradece. Ahí están, en cada cordón, en las sierras, en cada adoquín, en escalinatas de granito, hasta en los talleres metalúrgicos. Ahí están, visibles, otra vez en lucha, batallando contra el olvido.

Fuente: miradas del centro, por Tefa Schegtel Torres

Redaccion

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