El impactante renacer del tenis de Italia de la mano del experimentado entrenador Eduardo Infantino, un tandilense por adopción

Cinco jugadores de alta jerarquía en el Top 65 de la ATP: Jannik Sinner (13°), Matteo Berrettini (14°), Lorenzo Musetti (30°), Fabio Fognini (60°) y Lorenzo Sonego (63°). Quince entre el puesto 100 y el 200. Y cinco jugadoras en el Top 100 de la WTA: Martina Trevisan (27°), Jasmine Paolini (56°), Lucia Bronzetti (59°), Camila Giorgi (67°; hija de un ex combatiente de Malvinas) y Elisabetta Cocciaretto (99°). Marcan el rumbo y repiten estadísticas sólo logradas en los años mozos del tenis italiano en la recordada década del 70´. Detras de todos ellos hay un tandilense por adopción, que si bien nació acá cerca en Benito Juarez, elige la ciudad serrana como residencia, estamos hablando de Eduardo Infantino.

“El tenis italiano tiene todo para estar muy contento en las próximas diez temporadas”, asegura Fabio Fognini, un “veterano” de 35 años que fue 9° del mundo y hoy, viviendo sus últimas experiencias en el circuito, es testigo privilegiado de la evolución de fenómenos como Sinner (21 años), Berrettini (26) y Musetti (20). El resultado que se observa no es casual. No hay improvisación ni fortuna del destino. Detrás del éxito hay una búsqueda elaborada, una estrategia ambiciosa, proyectada por el presidente de la Federazione Italiana Tennis (FIT) desde 2001, Ángelo Binaghi, y un puñado de exjugadores y expertos entrenadores que potenciaron el trabajo aprovechando cada región, Eduardo Infantino (excoach de Juan Martín del Potro y Mariano Zabaleta por nombrar dos tandilenses), en la función de director general de los distintos centros de entrenamiento.

El Centro de Preparación Olímpica de Tirrenia, en la provincia de Pisa, un complejo de 43 hectáreas ideado para la preparación técnica/física de elite y dirigido por el Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI), fue la médula para el resurgimiento del tenis en ese país. Tirrenia actuó de base de operaciones desde donde se supervisaron los otros 19 centros regionales (en Lazio, Cerdeña, Piamonte, Emilia-Romañana, entre otras ciudades) y el lugar al que los jugadores -de todas las categorías- debían regresar para realizar los distintos ensayos y testeos (técnicos, físicos, médicos).

“Al centro nacional venían, desde distintas partes del país, Musetti, Sinner, Berrettini…, todos. La federación controlaba técnicamente los calendarios, la preparación física, qué tipo de trabajo hacían. Los entrenadores privados, por ejemplo, como el de Sinner, que era (Ricardo) Piatti, nos presentaba la programación y el trabajo seguía en conjunto”, explica Infantino (actual coach del estadounidense Brandon Nakashima, un proyecto que dirige junto con Franco Davin), que durante once años fue el supervisor de todos los centros regionales.

“Una vez que toda Italia estuvo unida, se empezó a utilizar la otra estrategia, que fue descentralizar, con el objetivo de que cada jugador se desarrollara en su casa, lo que es muy importante emocionalmente -añade Infantino-. Pasó con Berrettini: Vicenzo Santopadre, su entrenador desde los once años, lo trabajaba en su lugar y luego tenía que demostrar que el trabajo estaba bien hecho en Tirrenia. Tenían la obligación de venir a entrenarse con nosotros cada tanto. Fue un sistema para estar juntos, pero sin que los chicos dejaran sus casas. Y si necesitaban algo, se lo daba la federación: alquiler de canchas, preparación física, pelotas, sparring. Pero tenían que pasar por un control técnico en Tirrenia. El sistema empezó a crecer y no desaprovechamos a ningún jugador. Trevisan, que este año fue semifinalista en Roland Garros, no estaba jugando: estaba dando clases de tenis y hubo que recuperarla. Y así con muchos”.

La federación italiana hizo foco en la preparación atlética. “Se levantó mucho el nivel de la preparación física. Es otro de los secretos. Se creó un sistema en el que, entre otros, Horacio Anselmi [experimentado preparador físico argentino] estuvo como responsable y nos ayudó muchísimo con el centro itinerante que en un momento tuvimos en la Argentina, donde vinimos con jugadores para hacer pretemporadas”, relata Infantino. Y apunta, detallista: “Se trató de ayudar a cada jugador. Por ejemplo, a los jugadores que estaban más retrasados en el ranking, hasta el puesto 500, se los invitaba al centro, se les pagaba la comida y el alojamiento, y se los utilizaba como sparring de los juniors, hasta 16 años. También los ayudábamos con invitaciones para los Futures a cambio de esos entrenamientos que terminaron elevando el nivel de los más chicos. Intercambiábamos servicios por servicios. Se empezó a consolidar un sistema de unión y así se fueron consolidando los proyectos. Por ejemplo, cuando Berrettini ganó uno de sus primeros torneos juniors, en Salsomaggiore (en 2014), yo estaba ahí. Sinner jugó muy poco en juniors; fue a los profesionales directo. Musetti hizo un trabajo mixto, pero también respetamos las decisiones del entrenador, siempre y cuando siguiéramos trabajando juntos. Todo era mérito de los entrenadores privados y de la estrategia grupal de la federación”. señala Infantino.

Fuente: La Nación Deportes

Redaccion

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