Un relevamiento realizado por Focus Market muestra que este concepto marcó es de 10,8 % si se considera una canasta de productos de higiene personal y perfumería. La brecha disminuyó en los últimos años.
Sólo por tener una presentación destinada al universo femenino, las mujeres pagan casi 11% más que los varones por los mismos productos, según un informe de la consultora Focus Market. Este recargo, que no se fundamenta en las características del producto sino en su marketing, es conocido como el «impuesto rosa» y si bien se redujo en los últimos años, se mantiene sobre todo en productos de higiene personal y perfumería.
De acuerdo con un relevamiento realizado por Focus Market en 515 puntos de venta de todo el país sobre 14 productos pertenecientes a cinco categorías diferentes, este concepto marcó una diferencia de 10,8 % en 2021.
El seguimiento fue realizado con los mismos productos que se consideraron en las ediciones anteriores y de la serie se desprende que la brecha se redujo en los últimos años. En 2018 el sobreprecio registrado fue de 13,7%, bajó a 11,3% en 2019, luego escaló a 12,3% en 2020 y se ubicó en 10,8% en la medición de este año.
Del informe se desprende que la colonia Mujercitas es 11% más cara que la opción masculina Pibes, de igual contenido. El mismo sobreprecios exhiben las máquinas de afeitar Ultragrip de Gillette por tres unidades, y la diferencia es de 12% en el caso de las afeitadoras Gillette Prestobarba 3. El «impuesto rosa» llega al 20% en el caso del perfume United Dreams Live Free, que tiene presentaciones femenina y masculina.
A diferencia de lo registrado en 2020, el relevamiento de este año no muestra diferencia en el precio del medicamento Actron (que se ofrece en una presentación destinada a mujeres, para dolores menstruales) ni tampoco en el caso del desodorante Dove en envase roll on. El desodorante Nivea Spray Stress Protect es el único en el que la versión destinada a las consumidoras es incluso más barata que la destinada a los varones (-12%).
Según el informe, se comenzó a hablar de el «impuesto rosa» en 1992, a partir de un informe del Departamento de Asuntos del Consumidor de Nueva York, en el que se mostraba cómo la misma faja tenía un precio distinto según a quién se ofrecía. El texto define a este concepto como el sobreprecio de un producto o servicio sólo por estar dirigido al público femenino a través de diseños que parten de estereotipos de género.
Nota de ElDiarioAR