Paritarias 2021: el desafío de aumentar salarios al cabo de tres años de caída real

Los ingresos formales acumularon una pérdida de 19,4% desde principios de 2018. El Gobierno busca que se recuperen entre tres y cuatro puntos por encima de la inflación. Las claves del debate que viene.

“Y vos, ¿cómo encarás tu cuarto año seguido de caída del salario real?”, bromeó alguien en Twitter y el mensaje despertó una seguidilla de respuestas catárticas. «Tengo exactamente el mismo sueldo que en octubre de 2019. Una experta en supervivencia». «Tengo que dejar de ir a trabajar en auto y subirme al bondi porque, si no, un tercio de mi sueldo es combustible». «Harta», fueron algunas de las respuestas.

Según el Índice de Salarios del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), completado por las proyecciones para diciembre de la consultora Ecolatina, la caída real del salario de los trabajadores formales fue, en promedio, de 3,2% en 2020, como parte de un retroceso acumulado de 19,4% desde principios de 2018. Cuando la temporada de paritarias 2021 apenas comienza, el desafío que plantea el Gobierno es que los ingresos crezcan por encima de la inflación, una tarea que parece difícil de cara al pasado reciente y a la volatilidad de las variables económicas.

“Si se mira la foto actual con relación a un año atrás, se ve caída de salario, pero no es pareja en los distintos segmentos. Además, no se puede analizar por separado la caída salarial y la pérdida de puestos de trabajo. El ingreso salarial del conjunto de los trabajadores disminuyó, pero en algunos casos porque perdieron mucho contra la inflación y otros porque perdieron el empleo”, apuntó Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA – Autónoma.

En efecto, en el sector privado registrado la caída salarial no fue tan fuerte (alrededor del 1% hasta noviembre), pero sí se destruyeron muchos puestos de trabajo (244.000 puestos menos en octubre contra el mismo mes de 2019, según los últimos datos del Ministerio de Trabajo, una caída equivalente a 4%). Al contrario, el sector público mantuvo los puestos (0,1% de caída interanual en octubre), pero tuvo un deterioro más pronunciado de su poder adquisitivo (en torno al 6%). En el sector informal, al ajuste en los pagos se le sumó una destrucción más profunda de fuentes de ingreso.

Mariela Berón ingresó en noviembre de 2019, como arquitecta recién recibida, a una constructora que este año estuvo a cargo del montaje de dos de los hospitales modulares impulsados por el Gobierno. Nunca estuvo registrada y el salario con el que ingresó, de $18.000, se mantuvo prácticamente inalterable hasta los últimos meses de 2020, momento en que aumentó a $23.000. Hace algunas semanas, y con una deuda acumulada de tres meses y el aguinaldo de julio, renunció, del mismo modo que varios de sus compañeros que con la paulatina reactivación de la actividad pudieron ubicarse en nuevos lugares. “Acepté esas condiciones hasta que pude encontrar otra cosa. Este año a todos nos jugó el miedo de quedarnos sin trabajo”, dijo a elDiarioAR.

Mejora interrumpida por la pandemia

El comienzo de 2020 fue alentador para los salarios, con la suma fija de $4.000 decretada por el Gobierno en marzo, que tuvo un impacto mayor para los trabajadores de menores ingresos. La pandemia marcó el punto de quiebre al relanzar el deterioro. “En el último cuatrimestre de 2020, cuando se relajaron las restricciones, se empiezan a acelerar los salarios nominales pero también se disparan los precios de los alimentos. Por ese motivo terminamos con un poder adquisitivo de los trabajadores formales dos por ciento menor que al de 2019”, explicó Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.

La temporada alta de las paritarias en la Argentina comienza en marzo/abril y la mayoría de las grandes negociaciones están resueltas hacia junio. Esos meses coincidieron en 2020 con el punto más álgido de la pandemia, lo que llevó a postergar las discusiones para el segundo semestre. “Prácticamente todas las actividades discutieron un aumento salarial para 2020 y en la gran mayoría de los casos quedaron por debajo del 36,1% de inflación anual, pero tampoco muy lejos, con la mayoría en el orden de entre el 30% y el 33%”, resumió Campos. Apenas algunos sindicatos fuertes superaron la inflación, como vitivinícolas, que cerró 40,3%; metalúrgicos, que acordó 39,4% o molineros, que consiguió 37,9%.

Más allá del número, en 2020 también impactó en el resultado efectivo de esas negociaciones el momento en que se produjeron: el hecho de que los ajustes hayan llegado con muchos meses de retraso. Además, se sumó el golpe de la extinción de otros componentes variables que complementan el salario y en algunas actividades constituyen un plus de dinero considerable para los bolsillos. Por ejemplo, las horas extras (según datos del Indec las horas trabajadas cayeron 22,3% en el año), los viáticos, la comida y las propinas.

La propina constituía, hasta antes de la pandemia, parte sustancial del ingreso de Víctor Macías, mozo de un conocido bar de cerveza artesanal de La Plata. En abril no sólo se discontinuó ese ingreso, junto con el cierre provisorio del local, sino que él y sus compañeros y compañeras comenzaron a percibir el monto del ATP como único pago. Recién en noviembre, cuando ya hacía meses se trabajaba con el formato de delivery y take away, la empresa comenzó a pagar una diferencia sobre el subsidio para equiparar el salario de diciembre de 2019. “De aumentos, ni hablar”, apuntó Macías. Del sindicato y las paritarias del sector dice que tampoco tuvieron noticias.

Según confirmó la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, la intención del Gobierno es que los salarios reales crezcan este año “entre tres y cuatro puntos” por encima de la inflación, estimada oficialmente para este año en 29%. Por otro lado, aclaró que no se establecerán “topes” en la discusión de los convenios colectivos de trabajo. “Si los salarios no se recuperan es muy difícil que se recupere la economía, porque el 70 por ciento del PBI es el consumo”, argumentó la funcionaria.

Los primeros movimientos de los sindicatos, que se reunirán formalmente con funcionarios del Gobierno y representantes empresarios esta semana que comienzan, muestran cierto acatamiento de la metodología oficial. El poderoso gremio bancario, que suele abrir la temporada paritaria y sentar una referencia, anunció el jueves pasado una suba de 29% —lo que eleva el básico a $91.700— con la condición de volver a sentarse a negociar en septiembre y noviembre.

La cláusula de revisión aparece este año como el arma clave que tendrán los sindicatos para acompañar el sendero marcado por el Gobierno sin atarse de manos, con el fin de garantizarse una vía de escape en el caso que la situación económica no evolucione en el sentido de los pronósticos oficiales, altamente optimistas. La estimación de inflación del sector privado se ubica 20 puntos por encima, en 49,8%, según el último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) que procesa el Banco Central.

Para Nicolás Segal, economista del Instituto de Economía y Trabajo (ITE), será clave la “verosimilitud” de la propuesta oficial, cualidad que se construye acompañándola de otros indicadores concretos. “Es más verosímil en tanto la evolución de las tarifas siga el mismo guarismo y, más allá de los reacomodamientos, no agreguen presión adicional. También debería acompañar el tipo de cambio”, sostuvo.

En ese sentido, serán definitorios los números que muestre la economía los primeros meses del año. Los sindicalistas tomarán nota de lo que suceda con el dólar, las tarifas y los precios de los alimentos. Las chances de sostener el lineamiento son unas si la inflación se desacelera y otras si continúa en torno al cuatro por ciento mensual en que terminó 2020.

Los analistas coinciden en que la suerte de los salarios estará atada también a la situación de cada actividad, con subas acordes al nivel de recuperación de cada rama. De todos modos, Rajnerman vaticina un cierre de 2021 que no logrará quebrar la tendencia de los últimos años. Según los cálculos de Ecolatina, el promedio del salario real arrojará una caída del uno por ciento promedio, más concentrada en el inicio del año. “Sí creo que va a haber cierta recuperación del consumo, pero no tan traccionada por el salario real, sino más bien por algunos puestos de trabajo que se recuperaron”, sintetizó.

Por otro lado, el discurso oficial choca con dos herramientas que el Gobierno tiene a mano para recomponer salarios y no utiliza. Por un lado, el sueldo de los empleados públicos, que continúa en muy bajos niveles. Por otro, el Salario Mínimo Vital y Móvil, que si bien no rige para ninguna actividad en particular funciona como una referencia para el sector informal y también para una serie de planes sociales del Gobierno. En marzo llegará a los $21.600 y representa apenas el 27% del promedio salarial privado registrado.

Según explicó Campos, en la salida de la crisis del 2001, el Salario Mínimo Vital y Móvil se utilizó como una herramienta para empujar los ingresos al alza, elevando los pisos de discusión. Entre 2005 y 2006, el salario mínimo llegó a representar el 70 por ciento del promedio salarial, muy cerca del mínimo de convenio, y luego comenzó a desinflarse hasta ubicarse en el nivel actual. “Hoy funciona como un ancla salarial. Aun si se aumentara 50 por ciento, que sería muchísimo en términos porcentuales, quedaría por debajo del mínimo de casi todas las actividades”, apuntó.

Nota de ElDiarioAR

Redaccion

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