“Eras un lujo, Diego, y un zarpe”: dos textos para abrazar a Maradona

Murió Diego Maradona, el artista grande que no se ahorró nada y se brindó hasta romperse. Mientras lo despide, Gabriela Cabezón Cámara lo vislumbra atravesado por un río, con ese cuerpo danzante, esa boca ingeniosa, esas patas ansiosas de justicia, ese hombre a veces roto y otras veces rompedor.

Te atravesaba un río, Diego, te atravesaba un río. Corría en vos, con sus orillas trémulas de señas, con sus hondos reflejos apenas estrellados. Corría el río en vos con sus ramajes. Fuiste hoy un río en el anochecer, y suspiraron en vos los árboles, y el sendero y las hierbas se apagaron en vos. Te atravesaba un río, Diego: te atravesaba un río, un río imposible, un Riachuelo cristalino lleno de peces. Y quién sabe si te hubiera cantado Juan L. Ortiz, Diego, tal vez el fútbol le chupaba un huevo y ni hablar de los que emiten juicios y recitan estadísticas con cara de haberle visto la cara a dios y tener la generosidad de comentárnoslo. Tal vez el fútbol le chupaba un huevo, Diego, como a mí un ovario o los dos, ¿pero a quién no le gustan los artistas?

Te recuerdo, te recordamos desde siempre, desde esos jueguitos peloteros que hacías cuando eras un nene apenas más alto que un banquito pero ya tenías el estrellerío del artista grande destellándote en los pies, en los rulos y en los dientes y en la lengua y en los ojitos con hambre de todo ese mundo que te estaba negado de movida y que tuviste que abrir a las patadas, Diego. Y qué patadas: te recordamos desde siempre, desde la pelota esa que mantenías en el aire con la alegría de saber que era comida para tu familia, con la pasión de un nene con destino, con la naturalidad de un capullo que se abre en flor, con la belleza de una bandada que llega cantando a sus árboles después de la larga migración; te recordamos bailando en la cancha, pintando cuadros corredores en el rectángulo verde, cuadros infinitos y efímeros, aéreos, Diego, porque jugabas con la gracia de los pájaros, de los yaguaretés, de los cachorros de todas las especies tocadas por la gracia de la tierra y el aire, del fuego y el agua. Jugabas con todo, como quien baila la fiesta más esperada, la del final de la guerra, la de la cosecha, la de la prosperidad de los siempre postergados, Diego; bailabas una fiesta que hubiéramos querido interminable porque ese genio cachorro de tu arte, Diego, esa alegría fuerte de tu cuerpo danzante, de tu boca ingeniosa, de tus patas con ansias de justicia, de tu cuerpo de baile de milagro, Diego, nos incendiaba el cuerpo, y nos unías, nos fundías en un cuerpo ardiente a todos juntos, Diego, en tu alegría que era la nuestra, la del artista del pueblo. Y todo eso que hacías en la cancha que no era necesario, que era puro lujo, Diego, nos hacía un pueblo que largaba todo para ponerse a bailar. Eras un lujo, Diego, y un zarpe. Un pliegue de la vida dura que albergaba la fiesta y se aferraba ahí, porque cuánto cuesta vivir, Diego, y cuánto morir y cuánto tocar el cielo con las manos y que se te llene todo de caranchos. Te atravesaba un río, Diego, te atravesaba un río: el de los artistas grandes, el de los que no se ahorran nada, el de los que se brindan hasta romperse, Diego, el de los que pueden crear una fiesta del pueblo porque son el pueblo, Diego, y por eso la fiesta y por eso brindarse hasta el final y por eso el delirio, Diego: a los pueblos no nos gusta la austeridad. Te atravesaba un río, Diego, un imposible Riachuelo cristalino, y a veces te llevaba al mar, te maremoteaba, te partía de un tsunami y qué desastre, Diego, que tristeza era verte desastrado, saberte roto y a veces peor, rompedor, qué tristeza las estrellas estrelladas. Te lloramos, Diego, estamos llorando porque queremos ser ese pueblo mojado y feliz de bailar con vos otra vez. Qué tristeza, Diego, por qué no se mueren los caranchos, los caretas, los que mandan el hambre y los incendios, Diego, por qué se nos mueren los artistas. Y los más grandes, los artistas del pueblo, Diego, los atravesados por un río, Diego, el río siempre vivo aunque siempre traten de matarlo, el de la fiesta lujosa del pueblo, Diego. Chau, barrilete cósmico, cebollita que venció a la gravedad.

La foto de Diego y Claudia. Él con la campera azul de nylon, un reloj dorado, un relojazo que apenas se asoma en la mano adentro de la campera. Señoras y señores, los años 80. El pelo negro de Claudia, que parece Gianina pero con el flequillo largo y batido. Sonríen como se sonríe cuando tenés todo por adelante. Todos. Todos somos un poco hijos de esos padres separados. Maradona es mejor que toda la literatura y sociología sobre él, porque la adelanta, la anula y la hace inevitable a la vez. Me acuerdo a Dolina diciendo que para él el mundial 94 ya no tenía sentido sin Maradona. El del 94, el de ese equipazo, fue el último mundial con Maradona. En el 98 ya éramos un páramo. En la vida podías intercalar pasiones, alejarte de la revista Goles, del Mitre deportivo, pero Maradona te reunía todos los egresados de la escuela de la pelota. Ojalá se cuiden y cuidemos a sus tesoros. A Claudia, a Dalma y Gianina y a todos los hijos. A todos sus amores. A la memoria de su vieja. Obvio que las personas de mierda y el periodismo de mierda van a arruinar este momento de dolor edificante. Ojalá se demore eso. ¿Escuchan? Se vienen los líricos del bronce, se vienen los periodistas buitres de las autopsias, se vienen los abogados, se viene el pueblo simple a poner su flor, los hijos e hijas de todas las clases. Pero estamos un rato antes de que todo eso empiece, el amor y también el saqueo de su memoria. Ojalá este momento así, suspendido, en el que no sabemos qué decir, dure más o dure para siempre. Nadie sabe adónde ir aún. Fiorito, Paternal, La Boca, Nápoles, La Plata, La Habana. El mapa de Dios. Nunca más me va a caer mal Guillermo Andino. Pidió una silla y se puso a llorar como un chico cuando dio la noticia porque capaz nunca imaginó dar una noticia que tuviera tanto que ver con él. Así hacen las personas de bien. Las cosas que importan te arrasan sin cálculos. Elige tu propia foto: Diego en la colimba, Diego cantando “El sueño del pibe”, Diego puteando a los que nos silban el himno, Diego de la mano con la enfermera que lo llevaba al antidoping final. Nuestro joven soldado de guerras personales en las que por momentos fundamos los restos de nuestra Nación. Somos ya, un poco, un ex país. Maradona armó un pueblo y una idea de Argentina cuando había desguace y fragmentación. Ya podemos tirar la llave al mar. No fue perfecto pero era Dios. Y elijo esta foto de Diego así, abrazado a Claudia, en nuestro Volver al futuro, porque parece ingenuo y valiente. Pero en el exacto momento en que estamos queriendo hacer jueguito hablando de Diego hay que devolverle la pelota. Que se la lleve. Que cada cual prenda su vela y rece su oración, sin los sommeliers de las emociones. Llegó la hora, Diego, hermano mayor. La hora del no va más. Gracias por la vida que nos hiciste mejor.

Redaccion

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