Arrizabalaga: «El problema de la vivienda es el agujero negro de la gestión municipal»

Juan Arrizabalaga nació el 10 de junio de 1983 en la Clínica Chacabuco “durante el recomienzo de la Democracia” según sus palabras. Hijo de Aurelio Arrizabalaga, un vasco de 83 años oriundo de San Sebastián, capital de la provincia de Guipúzcoa, en el País Vasco y de Griselda Dalbis de 67 años, oriunda de Tandil y descendiente de una familia italiana con ascendencia irlandesa.

Tiene tres hermanos mayores que él: Silvina, Diego y Germán y vivió en el barrio de Villa Italia hasta los 11 años, cuando la familia se mudó a Villa Gaucho. La primaria la terminó en la escuela 2 donde tuvo “una muy linda experiencia” y la secundaria en la Media Nro7 “que había sido el Colegio Nacional antes de la privatización y ahora es la escuela que está en Arcoíris” explica.

Ya en la universidad, estudiando Relaciones Internacionales empezó a militar pero “no me tiraba mucho el mundo del pasillo universitario, me tiraba más el barrio y el laburo, por eso no terminé la carrera, me puse a laburar” recuerda.

Actualmente vive con su compañera, una militante cordobesa de la que se enamoró y a quien invitó a vivir a Tandil y ahora es la madre de sus hijos, que son mellizos y nacieron el 30 de octubre de 2015.

“Como todo pibe a los 16 o 17 empecé a laburar con un amigo, ayudaba en una maderera y después me fui a la costa a laburar de lo que sea, de lavacoches y de lavacopas, hasta que entré a laburar de mozo y me gustó, era un restaurant de comida mexicana en Pinamar, pero en total laburé más de 10 años de mozo: en La Giralda, en La Cautiva, en el Restobar de la Unicén y en Lo De Martín” explica.

¿Cómo llegaste a trabajar haciendo cabañas de madera?

En la militancia barrial fui aprendiendo un montón de cosas, de pibe no era muy de las cosas prácticas, pero en la organización aprendí a levantar una pared, a trabajar de carpintero y otras cosas más. Me empezó a gustar la construcción, y ahora hacemos cabañas con un amigo mío; y con el tiempo empezamos a hacer muebles también. Es un oficio que me encanta, lo quiero seguir haciendo toda la vida.

¿Cuál fue el gérmen o la semilla de tu militancia?

La semilla fue la situación familiar. Mis viejos eran grandes en los 90 y en ese momento ser mayor de 40 años era no tener trabajo. Fue difícil la situación económica. Alquilábamos, éramos 4 hijos, había poco laburo. Nos sentábamos al mediodía en el cordón de la vereda a ver si mi viejo o mi vieja traían algo, y había veces que no había para comer. Desde muy chicos éramos muy conscientes de la situación de necesidad y de injusticias. En la adolescencia uno empieza a entender más los porqué, y eso se tradujo en la voluntad de estudiar algo que tuviera que ver con la política y luego volcarme a la militancia, en ese momento vivía en Villa Gaucho y viendo las necesidades del barrio fue eso lo que sentí.

¿Cómo viviste en tu militancia los años de kirchnerismo?

Fue una etapa más compleja, yo estaba en el Frente Popular Darío Santillán y no veníamos del peronismo ni del kirchnerismo. Empezamos militando antes de la ola de militancia kirchnerista después del conflicto con el campo, que se consolidó en 2010.

Si bien no éramos parte, teníamos mucho que ver con la época política. Las políticas de Ley de Medios, la AUH, la recuperación de YPF y una serie de factores que constituyeron años de mucha iniciativa la vivimos de manera compleja porque apoyamos muchas de esas políticas pero estábamos afuera del armado político. En el 2015 entendimos que había que llamar a votar a Scioli porque entendíamos que se venía esto, incluso con Scioli, porque no eran lo mismo pero sí eran parte de una derechización del sistema político en donde cristina no había logrado avanzar en un proceso de profundización de transformaciones que quedaron pendientes.

En toda tu historia militante, desde el 2005 hasta acá, estuvo Lunghi como intendente ¿Cómo viviste el lnghismo desde tu militacia barrial?

Creo que cuando empezamos a militar planteábamos cosas que ahora la comunidad tandilense las ve mucho más, porque ve el producto, en la realidad, de esas discusiones. Lunghi supo gestionar, después de la crisis económica de 2001, cuando el contexto nacional era de crecimiento económico a tasas chinas y ellos tenían una idea de ciudad para darle un nuevo perfil. La guita que venía del campo la ponen en ladrillos valorizar el perfil turístico de la ciudad, apostar a ese nuevo desarrollo aprovechando el fortalecimiento del mercado interno que genera el crecimiento económico dela economía nacional a pesar de no ser aliados del gobierno nacional.

La gente apoyó ese modelo de ciudad…

Eligieron ese perfil de ciudad y creo que les resultó exitoso desde su punto de vista pero que era posible en ese contexto económico, y modernizaron la gestión pública municipal y no solo eso, ellos fueron unos adelantados en eso. Pero esos perfiles de desarrollo económico generaba contradicciones. La ciudad crecía más rápidamente incluso demográficamente pero eso iba a traer desigualdades.

¿Cómo cuáles?

No advirtieron que no había solo que prever políticas de gestión para el crecimiento sino también políticas para esas desigualdades. Eso implica que, por ejemplo, la ciudad se encarece y la gente aunque tenga trabajo va a ir a vivir a la periferia, con menos servicios, sin tener un techo propio, los alquileres son cada vez más caros y eso genera una desigualdad social y una segregación urbana. Ellos negaban esas consecuencias. Valorizaron la ciudad y eso beneficia a determinadas inversiones pero no al ciudadano de a pie.

¿Qué ocurre con la vivienda?

El problema de la vivienda es el agujero negro de la gestión municipal, y empeora cuando la economía deja de crecer. Con esa lógica gestionar un modelo de encarecimiento de la ciudad va a contramano de las necesidades de la gente y el gobierno empieza a negarlo: “No hay crisis comercial”, cuando los comercios están cerrando, “no hay crisis industrial”, cuando las industrias están cerrando, “no hay crisis de empleo”, cuando cada vez más gente se queda sin laburo.

El problema de la vivienda no está en la agenda cuando en Tandil hay cada vez menos propietarios y cada vez más inquilinos pero hay cada vez más construcciones, eso quiere decir que se viene concentrando el patrimonio de la ciudad de manera muy acelerada, y empieza a tener los mismos problemas que las grandes ciudades. Cuatro años de crisis económica no es para lo que estaba preparado el lunghismo, se quedó sin gestión para sacarnos de la crisis.

¿Con este análisis es que decidieron lanzarse a las políticas en defensa de los inquilinos y en la organización de los jubilados en el sindicato de Trabajadores Pasivos?

Lanzamos la campaña en defensa de los inquilinos en 2015 y pega mucho porque es algo que estaba ahí y que atañe a un tercio de la ciudad, hablamos casi de 40 mil personas en situación de alquiler en Tandil. No estaba en la agenda de ningún partido y mucho menos del gobierno. Después de 2017 el lunghismo empieza a reconocer el problema y acepta la iniciativa de poner una oficina de atención al inquilino. Si bien es un granito de arena, significa una legitimación de esa agenda.

El sindicato de trabajadores pasivos tiene que ver con que hay casi 30 mil adultos mayores jubilados en la ciudad, y entendemos que la estrategia de la oposición a veces era desacertada porque había que buscar nuevas agenda que permitieran capilar y transversalmente. La reforma jubilatoria nacional fue un golpe muy duro que pegaba en un sector que se asocia a un voto conservador, que quedaba enojado con el macrismo. Era un sector que quedaba sin representación, porque hoy muchas jubilaciones por moratoria y otros jubilados que no tienen sindicato de base.

¿Cómo es tu relación con Iparraguirre, más allá de la confluencia de Patria Grande en el Frente de Todos?

Fueron charlas por la confluencia de nuestras organizaciones, con Darío Méndez y con Rogelio Iparraguirre, para generar confianzas. Hicimos un proceso desde 2018 donde, particularmente con Darío, que ha hecho un gran trabajo de articulación y de tender puentes hasta el cierre de las listas, hizo un buen trabajo político. Somos una misma generación de militantes, que venimos de espacios distintos pero que quizá por primera vez tenemos seriamente las perspectivas de que tenemos que construir una opción de gobierno en la ciudad, juntándonos sin invalidar los matices, que son diversos. Tuvimos muy pocas charlas sobre la lista y muy poca rosca entre nosotros, fueron todas charlas políticas que nos llevaron a hacer las cosas naturalmente. Nos entendimos rápidamente y sin tensiones. Rogelio está muy preparado para ser intendente, y la gente lo sabe porque viene rompiendo de a poco esos techos del peronismo local.

Redaccion

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