Vernon Reid de Living Colour: el guitarrista advierte de las desventajas de la tecnología

En noviembre del 93, Living Colour debutó en Buenos Aires con un show en Obras al que, si juzgamos por todos los que hoy juran haber estado ahí, fueron unas 20 mil personas. «Me acuerdo que fue todo fantástico. El promotor, Mario [de Cristófaro] de Tribulaciones, realmente se arriesgó con nosotros y todo fue genial», recuerda el guitarrista Vernon Reid. Ahí empezó uno de esos romances caprichosos que el público argentino tiene con un puñado de artistas selectos a los que adopta como locales. Un idilio que tendrá un nuevo capítulo el 12 de mayo, cuando presenten en Groove Shade (2017), su primer disco en ocho años, una obra que -aunque empezó a gestarse en 2010- aborda la furia y la tristeza que caracterizan a los Estados Unidos de Donald Trump.

En Shade usan canciones del pasado para describir el presente con mucha precisión: «Inner City Blues» de Marvin Gaye, «Preaching Blues» de Robert Johnson y «Who Shot Ya?» de Notorious B.I.G., por ejemplo. ¿Tanto se repite la historia?

Lo que pasa es que encierran verdades universales. Muchas cosas parecen solucionadas por un tiempo y después vuelven a aparecer. El racismo, por ejemplo: ahí el problema es de definición. Hicieron que el color de la piel de alguien signifique algo cuando no significa nada. Y ahora podemos decirles a nuestros abuelos: «Los amo, pero estaban equivocados». Muchas veces la gente no tiene el coraje de decirle a sus abuelos «se equivocaron», y eso es parte del problema.

Tomaron «Who Shot Ya?», una canción que fue muy criticada por supuestamente fogonear la rivalidad entre la Costa Oeste y la Costa Este en los 90, y la resignificaron. ¿Exponer la violencia es una buena forma de predicar la no-violencia?

Lo que cambia todo con «Who Shot Ya?» es lo que le pasó a Christopher Wallace [nombre real del autor del tema, asesinado en 1997]. La canción no es una apología de la violencia. Lo que le pasó a Christopher es el punto de por qué el tema es relevante. Él hace esa pregunta y después esa pregunta se le da vuelta y termina siendo sobre él.

Hablando de hip hop: el género parece haber ganado todas sus batallas. Hoy hay un poco de hip hop en buena parte de la música popular, desde Kendrick Lamar hasta Ariana Grande. ¿Te parece algo bueno o el mensaje original se pierde en la moda?

La moda, o las tendencias artísticas, siempre pasan. Resulta que si te gusta la tendencia es una era de oro y si no, es un problema, je. Pero llegan y se van. Mi problema con el hip hop es la persistencia del materialismo. Es un gran vehículo para contar historias, pero no me interesa una canción sobre el auto que estás manejando.

«Program» de Shade linkea con «Information Overload», aquella canción de Time’s Up (1990) en la que anticipabas esta sobreconexión que vivimos hoy. ¿Sentís que te va a «estallar la mente», como decías en aquel tema, cuando usás redes sociales?

¡A veces siento que mi mente va a explotar más de lo que creía que podía explotar! Sabía que la tecnología iba a tener un efecto poderoso en nosotros, pero no sabía a qué grado. La canción anticipó cosas pero se quedó corta. Habla del «10 por ciento que controla al resto» y ahora hablamos del «1 por ciento». Vamos a tener que cambiar esa letra. Las redes sociales son la sobrecarga de información. Los mensajes de texto. ¡Es agobiante! Pero ese es el mundo que creamos: uno en el que es casi imposible vivir.

¿Y qué pensás sobre la tecnología aplicada al consumo de música? ¿Es un problema tener todo a mano todo el tiempo?

Un poco lo es. Si todo está disponible todo el tiempo, nada es especial. ¿Qué significa? Esa falta de significado es un problema para los creadores de música y para la cultura. Cuando los Beatles sacaban un disco, la gente se emocionaba por eso. Ahora hay gente que todavía se emociona por esas cosas pero no es la misma cultura. Teníamos que ahorrar la plata, ir a un lugar a buscar a la música y traerla a casa. Ese proceso era una inversión que ahora no existe. Tenés cosas como la cultura del podcast, que es buenísima. La gente es creativa y no necesita de una emisora. Y eso está bien, pero el problema es que hay mucha gente que está creando muchas cosas que compiten por nuestra atención. Y eso es una locura. Esa es la sobrecarga de información.

Cuando Clapton editó Me and Mr. Johnson (2004) dijo que se tuvo que encerrar una semana a sacar los temas de Robert Johnson. ¿Cuánto te costó a vos «Preaching Blues», el cover suyo que grabaron en este disco?

Fue muy espontáneo, la verdad. La tocamos en el Apollo, en el 100º cumpleaños de Robert Johnson. Su música es un desafío pero a la vez es muy directa. Fue divertido para mí tocar guitarra sin mucho artificio: un poco de slide y no mucho más. En este tema Corey sacó la pelota afuera del estadio, es increíble lo que hace con la voz. Y no la habíamos grabado pero cuando estábamos haciendo el disco decidimos que tenía que estar.

«Cult of Personality» nos viene a la mente cada vez que una celebridad admirada es denunciada por abuso, cosa que suele pasar por estos días. ¿Es momento de admirar valores más que ídolos?

¡Sí! La gente se traiciona a sí misma de muchas maneras. Hay gente que tiene poder y saca ventaja de ese poder. Esa gente tenía poder sobre ciertas mujeres alrededor suyo y creían que por tener ese poder podían hacer lo que se les antojara. Y todo esto pasó por tanto tiempo, hasta que finalmente las mujeres se animaron a hablar, lo cual es genial: que se los exponga. Y estos tipos ni siquiera se disculparon. Algunas de las acusaciones son interesantes porque cuando a algunos los señalan, ni siquiera dicen «yo solía hacer esto y ahora no estoy orgulloso de eso». Exponer ese abuso es bueno, siempre.

Fuente. RollingStone

Redaccion

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