La extinción de los bisontes: una historia del PI

 

Por Facundo Basualdo

Hace ya algunos años, los bisontes están reducidos a dos especies que en Europa se refugian en pocas áreas protegidas y en América del Norte se encontraron algunos en estado salvaje. Son animales voluminosos que con su cabeza grande, por ejemplo, separan la nieve para encontrar el pasto o se abren paso al andar. Su fortaleza la demuestran en ser una de las pocas especies que no huyen de las tormentas. En Argentina los bisontes no existían hasta que, proveniente de tierras europeas, introdujeron la especie en alguna reserva durante los ’60. Por esas cualidades físicas y obstinadas, el intransigente Oscar Alende fue apodado como “El Bisonte” en esos años en los que surgía como una figura relevante para la política nacional.

Nacido el 6 de julio de 1909 en Maipú, estudió medicina en La Plata donde también comenzó su carrera política en el Movimiento de la Reforma Universitaria, de perfil yrigoyenista, que lo llevó a ser presidente del Centro de Estudiantes y vicepresidente en la Federación Universitaria de La Plata. En 1933 se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires. A partir de ahí, su figura creció en el sector del radicalismo que conducía Arturo Frondizi, por el que fue electo diputado nacional en 1952 para renunciar en 1955, al denunciar la injerencia extranjera en el golpe militar que destituyó a Juan Domingo Perón. Como presidente del bloque de la UCR Intransigente (UCRI), atacó “despiadadamente” la Convención Constituyente de 1957, convocada para derogar la Constitución peronista del ’49 y avalada por la UCR del Pueblo (UCRP) alineada con Ricardo Balbín, porque se trataba de un decreto de un gobierno de facto. En 1958, fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires en la lista que acompañaba a Frondizi, que había acordado el apoyo tácito del peronismo proscripto con la promesa luego incumplida de levantar esa prohibición. Alende, que nunca dejó de ejercer la medicina, volvió a La Plata para sentarse en el sillón de Dardo Rocha desde donde ya en ese momento convocaba a la unidad para promover el Tercer Movimiento Histórico, como continuación del yrigoyenismo y el peronismo.

La intransigencia profundizada

«Nuestra civilización está en crisis”, dijo en marzo de 1961 como gobernador en su «Mensaje de apertura a lo social y humano». Alende planteó ahí las bases para comenzar a construir un proyecto nacional. “No deben existir proscriptos en el campo democrático”, fue otra de las definiciones que resonó con fuerza en un contexto de constantes planteos militares. «Si queremos adaptar el conjunto social del país a las condiciones inquietas y dinámicas de nuestro tiempo, es necesario y urgente elaborar con seriedad una síntesis creadora, sobre la base de coincidencias fundamentales, mirando al futuro», concluyó en ese mismo mensaje. En 1962, cuestionó en Olivos a Frondizi por dejarse influenciar por los reclamos militares y empresariales. Un año después, un golpe de Estado interrumpió una vez más la continuidad semi-democrática, por la proscripción aún vigente del peronismo a nivel nacional.

“Mi gobierno habilitó 406 escuelas, instaló 3151 nuevas aulas, nombró 9024 nuevos maestros. O lo que es lo mismo: una escuela cada tres días, más de dos aulas por día, más de siete maestros por día”, recordaría después sobre el único mandato ejecutivo que ejerció.

En 1963 Frondizi se alejó de la UCRI por las diferencias internas y quedó a la cabeza Alende, quien fue candidato a presidente por primera vez alcanzando poco más de 16 por ciento de los votos, por debajo del 25 por ciento de la fórmula de la UCRP que encabezó Arturo Illia y del voto en blanco que se acercó al 20 por ciento, como repudio a la proscripción del peronismo.

Cuando Frondizi junto a Rogelio Frigerio crearon el Movimiento de Integración y Desarrollo, se dividieron las filas intransigentes y se achicó la base electoral que Alende intentó contener. Los ’60 concluyeron con otra dictadura que el militar Agustín Lanusse, ya en 1972, bajo el intento de ser la cara de la apertura democrática, dictó un nuevo Estatuto de los Partidos Políticos, impulsado por Bruno Rivas, quien era ministro del Interior y uno de los dirigentes de la UCRP. Allí se saldó la disputa por el nombre del partido fundado por Leandro Alem: con el argumento de que el sector de Alende no tenía estructura nacional, la justicia electoral le prohibió el uso de ese nombre, clausurando así la interna radical a favor de Balbín y obligando a la fundación del Partido Intransigente el 24 de junio de 1972.

La primera parte del PI

La apertura democrática tenía una dificultad para los sectores golpistas: habilitar o no a Juan Domingo Perón a ser candidato. Eran tiempos convulsionados para la política argentina, con el crecimiento de las organizaciones guerrilleras y una crisis sostenida en el plano económico. Alende, disminuido en sus bases, promovió en 1972 la Alianza Popular Revolucionaria, junto al Partido Comunista y otras expresiones menores, para no perder terreno en el plano electoral.

Cuando todavía no se sabía si Perón sería candidato, el 7 de diciembre de ese mismo año Benito Llambí, quien era uno de los principales operadores justicialistas y luego fuera ministro del Interior, visitó a Alende en su casa de Banfield en la que le pidió que la APR integrara el Frente Justicialista de Liberación y que secundara a Perón en la fórmula. El Bisonte, sin embargo, rechazó la propuesta: “En mi entender, el general no quiere ni puede ser presidente por su estado de salud”. Finalmente, no permitieron a Perón ser candidato y la fórmula del Frejuli fue la de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, que arrasó en las elecciones de 1973, con casi el 50 por ciento de los votos. La candidatura de Alende alcanzó el cuarto lugar con poco menos de 890 mil votos.

En 1975 la convención nacional del PI publicó su documento histórico fundacional “Aportes Para el Proyecto Nacional”, que no encontró acuerdos con el gobierno de Isabel Martínez de Perón, pero que se mantuvo con vigencia como base programática para la articulación con otros partidos en el futuro.

Un día antes del golpe cívico-militar, el principal dirigente del PI fue una de las últimas voces civiles en escucharse con plena libertad en el aire nacional en el que, entre otras definiciones, afirmó que “cada vez que los militares toman el poder en la Argentina, resulta que no solucionan ningún problema y se agravan los existentes”. Con cuestionamientos al gobierno de “Isabelita”, insistió en respetar el voto popular y dijo integrar el sector social de “los que pensamos que la lucha por la emancipación no se agota en los aspectos electorales, los que señalamos que la legalidad debe ser el instrumento de lucha contra el privilegio de afuera y de adentro, la herramienta para una sociedad justa y solidaria con presencia del pueblo, porque nuestra experiencia dice que cuando está ausente, sobreviene la abominación de las libertades y la entrega del patrimonio nacional”.  

Fue perseguido, censurado, detenido en reiteradas oportunidades y también integró los sectores políticos que comenzaron en 1980 a reclamar por el llamado a elecciones.

Auge y caída de la patota del doctor

La polarización extrema entre el peronista Lúder y el radical Alfonsín en 1983, relegó a un lejano tercer lugar con 350 mil votos a la última candidatura a la presidencia de Oscar Alende. Aún se recuerda el cierre de campaña en Plaza Miserere en el que se reunieron 50 mil personas, como pocas veces en los actos políticos de cualquier fuerza en los años siguientes.

“Somos la patota del doctor, Oscar Alende/ largue todo y venga volando/ que se está gestando la revolución”, cantaba la columna del PI en la que confluyeron militantes provenientes de la izquierda comunista, socialista y también de las dos vertientes guerrilleras de los setenta. Los más veteranos aseguran que el Partido Revolucionario de los Trabajadores se integró masivamente a la intransigencia. El PI, entonces, expresaba una corriente de centro-izquierda que alcanzó en 1985 casi un millón de votos, consolidándose como la tercera fuerza a nivel nacional, con Alende otra vez sentado en el Congreso Nacional.

Las internas propias de los desacuerdos entre las distintas corrientes que integraban el PI y la llamada renovación del peronismo en el ‘87, llevaron a tomar la decisión de acompañar a Carlos Menem dos años después para enfrentar al candidato radical Eduardo Angeloz, que se creía que encarnaba la propuesta neoliberal. Aunque ese apoyo sólo duró unos meses, alcanzó para generar una diáspora de afiliados.

A partir de ahí, el PI retomó la vía de alianzas electorales. En 1993, integró el Frente Grande y Alende renovó allí su cargo como diputado que ocupó hasta el día de su fallecimiento por un paro cardíaco tres años después, a los 87 años. Murió sin dejar de ejercer la medicina, con su casa en Banfield como única propiedad a su nombre, siendo recordado por su austeridad, como un gobernador honesto, tres veces candidato a presidente y tres veces electo para ocupar una banca legislativa. Además, fue autor de múltiples libros y artículos sobre medicina y política, entre los que se destacan Entretelones de la trampa (1964), Los que mueven las palancas (1971) y El ocaso del Proceso (1981). “El Bisonte” fue uno de esos dirigentes que eclipsó la posibilidad de construir nuevos líderes que lo continuaran.

En el ’95 y en el ’97, el PI se sumó al Frepaso, que en el ’99 formó la Alianza. El estallido de diciembre de 2001 y el “que se vayan todos”, sacudieron la política nacional que atravesaba la peor crisis de representación de la historia y que dio lugar a los cambios de las estructuras partidarias que vinieron después.  

En 2003 los intransigentes acompañaron la candidatura de Elisa Carrió con la propuesta del ARI y en 2005, formaron un frente con el Alba y el Partido Comunista que los mantuvo en la marginalidad política. Para esa altura, ya eran chicaneados por otros sectores de izquierda que los nombraban como el Partido Inmobiliario, porque los acusaban de alquilar los locales vacíos de militancia. Sin cargos legislativos ni ejecutivos, con el argumento de que aquellos “Aportes…” se habían llevado a cabo en el gobierno de Néstor Kirchner, en 2007 definieron la entrada al Frente para la Victoria, para acompañar la primera candidatura presidencial de Cristina Fernández. Allí se mantienen hasta la actualidad.

El 7 de marzo de este año, la Junta Electoral bonaerense publicó en el Boletín Oficial que el Partido Intransigente quedaba inhabilitado para participar de estas elecciones por no alcanzar la cantidad mínima de afiliados que estipula la ley. El próximo 24 de junio, cuando el PI conmemore los 45 años de su fundación, no podrá presentar una lista en la principal provincia del país. La presencia de un partido que supo ser protagonista de la historia argentina se difuminó y ahora sólo tiene una presencia testimonial en algunos rincones del país como si fueran áreas protegidas. Los bisontes, en Argentina, también están en extinción.

Horacio Sobol

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