Pico Mónaco habló y describió las pesadillas que vivió por la lesión en su muñeca

«El 3 de agosto de 2015, en Kitzbuhel, Austria, Robin Haase lo esperaba para continuar el partido que Mónaco ganaba por 6-2, 1-1. Al cabo de un 40 iguales, Mónaco rasguñó el aire. Sólo una vez contrajo los dedos de su mano derecha; eso bastó para darse cuenta de que no podía seguir. No era una lesión, era el abismo: un tenista que no podía sostener su raqueta. Abatido, miró su mano enferma y rompió en llanto», describe la periodista Emilse Pizarro en el inicio de la entrevista a Juan Mónaco para la Revista La Nación.

-¿Cuántas veces habías infiltrado esa muñeca?

-Cuando me detectaron la lesión hicieron una infiltración que duraba cinco meses. Al quinto mes me volvía a infiltrar y me duraba cuatro; cada vez duraba menos. Me infiltraba puntualmente para partidos de Copa Davis o alguna final, porque no quería sentir ningún tipo de dolor. Eso fue desgastando los tendones y cartílagos hasta que un día, de tanto infiltrarme, jugando ese partido en Austria pegué un golpe y me explotó la mano.

-¿Qué sentiste?

-Sabiendo lo que desgastan las infiltraciones, ¿pensabas cómo estaría tu cuerpo a los cincuenta años?

-Sí. Sabía que la mano me quedaría inmóvil. Si me hubiese pasado a los 24 años (fue a los 31) me habría operado, habría parado un año y arrancado de cero. Pero los médicos me decían que si me operaban no garantizaban que pudiera volver a jugar. Era una decisión muy difícil. Yo sabía que daba ventaja porque me dolía la mano, pero infiltrándome las cosas me estaban yendo bien. Tenía espejos de jugadores que se operaron y no volvieron a jugar nunca más. Juan Martín (Del Potro) se había operado de algo así y estuvo tres años parado. Yo tenía mucho temor.

-¿Sentías que era decidir terminar la carrera?

-Sí. Entonces decidí jugar hasta que se me explotara la mano. La operación salió bien, pude jugar un año más. El año pasado jugué poco, pero me di el gusto de ganar un torneo, llegar a los cuartos de final de Roma, ganándole al 3 del mundo, Wawrinka, jugué un juego olímpico (tercero), representé al equipo campeón de Copa Davis. Si bien no terminé en el ranking que quise (30 mejores), sentí que me di muchos gustos.

-En un momento pensaste en retirarte. ¿Qué hecho puntual te hizo pensarlo?

-He llegado a despertar a la mañana con la mano tan empastada de tantas infiltraciones, que tenía que abrir la canilla de agua caliente y dejar la mano debajo del agua durante cinco minutos para poder empezar a moverla. Eso lo viví durante cinco meses antes de operarme, todos los días. Me levantaba entre cuatro y cinco veces por noche con dolor de mano. Los últimos dos meses dormí con una faja para tener fija la muñeca. Para cada entrenamiento que hacía antes de operarme necesitaba de media hora de masajes de mi kinesiólogo para que la muñeca entrara en calor y estuviera en condiciones de entrenar. Y para jugar, pastillas e infiltración. En Copa Davis he llegado a tomar cuatro Dolten de 75 mg para poder terminar un partido de cinco sets. Hice malabares para poder terminar de jugar un partido.

-¿Llorabas?

-Muchísimo. Terminaba un partido y liberaba la angustia de tanto trabajo que teníamos por la muñeca. Las pastillas que tomaba me reventaban el estómago; no podía ni cenar. Me amargaba muchísimo cuando no me salían las cosas; ahí veía el retiro muy cerca. Estaba tan pendiente de mi muñeca que ni pensaba en el rival.

-¿Llegaban a armar estrategia de partido?

-No había estrategia. Las charlas con mi entrenador eran «Pico, ¿cómo venís del dolor? Trata de bancártela». Con el preparador físico: «La pastilla tomala a los 20 minutos, así te hace efecto». No hablábamos de táctica de partido. Cuando empecé a ver ese tipo de cosas. Muchas veces me iba a dormir pensando que no lo iba a soportar. También pensaba «ojalá me rompa la mano».

-Que se terminara, pero que no fuera por decisión tuya.

-Sí.

-¿Por qué te bajaste del abierto de Australia?

-Por la muñeca. Me operé en 2015, tengo que elegir bien el calendario. Era traumático empezar tan temprano la pretemporada, muy exigente prepararme 35 días en una cancha de cemento para jugar solamente un torneo (Australia). Con mi equipo de trabajo decidimos esperar un poco más y arrancar la temporada en canchas lentas que es donde menos resentimiento tengo en la muñeca.

Fuente: LA NACION REVISTA

Horacio Sobol

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba