La tristeza de «La Feliz»

Aurelio odia a «la negrada», los «planeros» como le gusta llamarlos desde hace unos años como para ir variando un poco entre «cabecitas» y «negros de mierda».
Aurelio tiene un negocio, en la costa atlántica lo tiene, en Mar del Plata lo tiene. Años atrás con cara de asco miraba a esos vagos llenar su local, recorriendo los pasillos como ratas en un laberinto, tomando impunemente los productos, cargando el canasto con cervezas que compraban con los impuestos que a él le robaban.
Los maldecía mientras les cobraba. Vagos, borrachos, chorros, choriplaneros…
Se bajó una botella de champagne del bueno cuando se fue «la yegua», puteando y riéndose a carcajadas bailaba en rededor de la mesa mientras le gritaba a la pantalla que mostraba a Macri bailando como un avestruz sobre las brasas, «ahora sí, por fin, vayan a laburar delincuentes, agarren la pala»
Pero a los vagos les arrancaron las palas de las manos, ya no se construye como antes, no hay dinero, no hay proyectos, no hay trabajo.
Este verano Aurelio mira los pasillos vacíos de su negocio y piensa «no vienen ni las ratas». La ciudad está vacía, cientos de negocios cerrados, los hoteles, los restaurantes, las casas de regalos,
En la playa sobra espacio, las olas no juegan con nadie, los castillos de arena se han derrumbado con el viento caliente del último año.
Aurelio se muerde, mira la calle vacía, piensa que todo es culpa de la herencia que dejaron, lo repite para hacerle fuerza al ardor que lo recorre, esa sensación tan imprudente, la de haberse equivocado.
Aprieta el puño sobre el mostrador, la puerta se abre por el viento, suena la campana mentirosa y los ojos buscan una sombra que no llega. Nadie
Al costado de la caja se apilan las cuentas y los impuestos con aumento. «Esos negros de mierda se fueron a otro lado con la guita que se robaron» ;piensa, mientras le pasa un trapo a las latas más cercanas que siguen esperando.
¿Dónde van de vacaciones los que no tienen trabajo? ¿Qué hoteles ocupan y qué restaurantes disfrutan los que perdieron su salario?
Mientras baja la persiana de su almacén de barrio, Aurelio busca las llaves y piensa: «cómo cambiamos, carajo».

…alejandro ippolito…

 

Alejandro Ippolito

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