Argentina hizo historia y es campeón del Mundo en Futsal

El triunfo por 5 a 4 desata hasta a los corazones más acurrucados: lloran casi todos, abrazados, dispuestos a ofrecerle al mundo la sabiduría del triunfo. La Argentina no es una potencia en esta disciplina: espía de lejos a Brasil (cinco títulos mundiales), a España (dos), a Portugal (equipo al que derrotó en las semifinales, con Ricardinho, un zurdo artístico), entre tantos otros. «Es increíble. No se puede describir con palabras. Entramos en la cancha demostrando a todo el mundo que queríamos ganar, que no nos daba lo mismo. Quedamos vacíos, dejamos la vida. Todo, pero todo, lo hacemos a pulmón», describe Fernando Wilhelm, capitán y el mejor del torneo organizado por la FIFA, que busca darle una impronta mayor. Gianni Infantino, el presidente, le entregó la copa al estratega de la defensa, que suda la gota gorda en Benfica. Casi todos los campeones juegan a ser profesionales en Europa. Nicolás Sarmiento ataja en el Palma Futsal de España. En la definición pareció un gato volador: lo tapó todo. Por eso, también, fue el mejor del campeonato.

La épica de los segundos finales se agiganta con el tiempo, caprichoso y autoritario, fiel reflejo de la memoria selectiva. La Argentina, corazón gigante y medias bajas, respira entrecortado contra su arco, en un curso acelerado del arte de la defensa. El método no es otro que resistir: pasa de estar arriba por 5-2 -cuando apenas quedan un minuto y cuatro segundos para el pitazo final- a sufrir dos goles casi en continuado. Todos atrás, colgados del travesaño, contra las garras de Rusia, hábil para la creación, ineficaz con los disparos. La pelota, mareada, es rechazada con la fuerza que sólo destila la unión, con tanta potencia que deriva en el arco del adversario, en el travesaño desnudo, hasta que suena la chicharra. Allí se acaba todo o, en realidad, es el inicio de algo grande. La Argentina es el campeón del mundo de Futsal por primera vez en la historia, en el Coliseo El Pueblo de Cali, un hervidero para 18.000 entusiastas locos por el fútbol. Por el fútbol que pocos conocen.

Pablo Taborda y Cristian Burrutto juegan en Italia: los que quieren vivir de esta pasión, deben cruzar el Atlántico. Los que se entretienen acá, deben trabajar: los viáticos que acuerdan con cada entidad no les alcanza para llegar a la meta de fin de mes. Pinocho (con 14 títulos, es una referencia de esta actividad), Kimberley (de Villa Devoto) y Hebraica nutren desde los barrios a los más arropados. De los gigantes, se destacan River, Boca y San Lorenzo. Los partidos, acá a la vuelta, son nutridos por casi unos 600 fanáticos -depende la importancia del encuentro-, que deben pagar una entrada de 50 pesos. Los clubes están obligados a crear estructuras sustentables, porque abrir un escenario le demanda miles de pesos por jornada. Unos 1900, por ejemplo, van para la policía: hay que evitar locuras también sobre el parquet.

El triunfo de la historia, sellado con los tantos de Alan Brandi (dos), Alamiro Vaporaki, Leandro Cuzzolino y Constantino Vaporaki, dirigido por Diego Giustozzi (un fanático del pizarrón y del factor anímico) y que hasta provocó júbilo en el presidente Mauricio Macri («¡Felicitaciones al equipo de Futsal, primeros campeones argentinos de la historia!», escribió en twitter), espera tener un envión fundacional. La copa, bien arriba, descubre según los especialistas del área cinco aspectos para creer a lo grande a futuro.

2) Se trata de otro impulso para que este deporte sea olímpico.

3) La difusión de la televisión puede generar nuevos mercados.

4) Es un respaldo para crear más campus internacionales.

5) Se cree que los jóvenes se inscriban masivamente en los clubes.

¡Campeones! De galera y salón. Desde hoy y para siempre…

Fuente: Cancha Llena La Nación por Ariel Ruya

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