«Enjambre» es la primer novela del escritor radicado en Tandil

Por Carlos Daniel Aletto | Télam @carlosaletto

Las historias cruzadas de «Enjambre», primera novela del psiconalista y escritor Joaquín Areta, transcurren en Neuquén: Carlos es un ingeniero jubilado que cuida a su madre obsesionada por las hormigas; Bairon es un chico de los márgenes de la ciudad que espera ansioso al costado de la ruta a los ciclistas e Iñigo es un ingeniero agrónomo que debe resolver una invasión de abejas agresivas.

Lo atrapante de las tres grandes historias es que cuentan con una trama muy entretenida. Los personajes se entrelazan, se cruzan entre ellos y se funden con la historia argentina. Muchas hormigas que obsesionan a una anciana, un niño al que le gustaba ver pasar bicicletas (como si fuese un personaje de George Simenon) y abejas asesinas como escapadas de una película de Alfred Hitchcock.

– Télam: ¿Cómo es la relación entre tu profesión de psicoanalista y la escritura?
– Joaquín Areta: En mi fantasía yo me creo capaz de operar una escisión total entre mi profesión de psicólogo y el hecho de que escriba literatura. Seguramente esto sea falso, porque nadie puede escindirse completamente, pero mi sensación es esa. No busco puntos de conexión entre mi profesión o los conceptos teóricos del psicoanálisis y la manera en la cual pienso la literatura porque, lógicamente son dos corpus de conocimiento distintos, con leyes y excepciones propias. No estoy a la pesca de situaciones de consultorio o procesos terapéuticos para escribir sobre ellos, ni creo utilizar concepciones teóricas de esa profesión para construir la psicología de los personajes.

-T.:¿Y le das importancia al mundo de los sueños?
-J.A.: Respecto de los sueños, no los considero para nada como parte de la materia prima de lo que escribo, es decir, no los considero mejores disparadores que la heladera de mi casa, o la observación de cómo una persona se corta las uñas. Desde que Freud escribió «La interpretación de los sueños», éstos pueden pensarse como un contenido manifiesto, que sólo revela algo del inconsciente a través de un proceso inverso, de asociación, para desarmar la serie de condensaciones y desplazamientos que lo constituyeron. El surrealismo intentaba acceder al inconsciente de distintas maneras, con escritos automáticos, cierto tipo de pinturas, etc. Pero siempre eran operaciones racionales. A fin de cuentas, el inconsciente es otra cosa.

-T.: ¿Cuáles son las características que diferencian la escritura de literatura para niños de la de adultos?
-J.A.: No creo que haya una definición unívoca sobre lo que es una y lo que es otra, son más bien un continuum en cuyos extremos uno sí puede ver algo «netamente» infantil o «netamente» adulto, pero en el medio, donde transcurre casi toda la literatura, esa división no es tan clara o es demasiado artificial.

Cuando yo pienso un texto para niños trato de que el argumento también sea atractivo para un adulto, porque si la literatura que uno le consigue a sus propios hijos no nos interesa, sería como regalarle un juguete mal diseñado, lleno de rebabas, de plástico berreta, y de esa manera uno no puede transmitir el entusiasmo por la lectura.

La buena literatura para niños implica un desafío distinto para alguien que escribe (no más difícil, ni menos, aunque muchas veces se sub-valúe la escritura para niños), porque uno está un poco más encorsetado y no puede hacer uso del adultocentrismo que a veces lleva a despacharnos con párrafos sintáctica o argumentalmente retorcidos.

Redaccion

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