Súper TC 2000: Leonel Pernía dejó atrás las frustraciones y se coronó campeón

Soñaba con levantar la copa de campeón, esa que le resultaba esquiva desde hacía una década. Necesitaba quitarse un estigma, el de los cinco subcampeonatos en la categoría. Leonel Pernía cumplió el objetivo, espantó los fantasmas, se llenó de gloria y desbordó de emoción. Con el segundo puesto, por detrás de Agustín Canapino (Chevrolet Cruze), la mejor espada de Renault Sport entró en la historia del Súper TC2000.

Por el título, pero también por convertirse en el primer campeón de la era turbo, un ciclo que se cerró con la contundencia y el virtuosismo que exhibe un equipo que venía de celebrar un bicampeonato con Facundo Ardusso y ahora se agregó una nueva estrella a partir de la garra y el talento del tandilense. «Una alegría enorme, logramos algo por lo que vengo luchando desde hace mucho tiempo. Se me vino a la cabeza la caminata por la calle de boxes con mi papá Vicente y mi hermano Mariano, cuando perdí la definición en Potrero de los Funes [2009]; la definición con Matías Rossi, cuando se me rompió la dirección hidráulica [2013]. Pero si no me quebró eso es porque nada me iba a romper, y lo demostramos en este campeonato, dejando todo en cada pista», comentó el flamante campeón, después de empaparse con champagne en el podio, ese que completó Julián Santero (Toyota Corolla).

Fue imposible esconder las lágrimas, como también detener el repiqueteo del puño derecho contra el casco -a la altura de la boca-, imágenes que se multiplicaron durante la vuelta de honor en el autódromo de Centenario, en Neuquén. Era el desahogo, el final de una larga espera. Un premio para quien se sostuvo de pie cuando los reveses se acumulaban, una caricia para el piloto que observaba como su compañero Ardusso lo relegaba en los festejos en las temporadas 2017 y 2018.

Una recompensa para un luchador que no supo de la escuela de los kartings ni de los autos de Fórmula, porque el legado futbolístico de Vicente lo tenía atrapado. Hasta que en 2007 provocó el quiebre: dejó la pelota y tomó el volante. El estreno con Honda, en el equipo que dirigía Oscar Fineschi, un apellido que se volvería a cruzar en este camino de placer: Damián, hijo de Oscar, fue el piloto con el que conformó el binomio que se impuso en los 200 Kilómetros de Buenos Aires, una carrera emblemática que significó un espaldarazo, a tres fechas de la definición del campeonato. Un triunfo que lo oxigenó y revitalizó, después de soportar el dominio absoluto de Rossi (Toyota Corolla), durante las carreras de Paraná, Salta y San Nicolás.

De un comienzo arrollador, con el éxito en el estreno de la era de los motores turbo en el autódromo Oscar Cabalén y la victoria en General Roca, triunfos en los que Ardusso resultó su escolta, el dominio hizo imaginar un desenlace de temporada con Pernía como piloto estrella de Renault Sport, en particular después de las carreras de Salta y de San Nicolás, en la que el parejense debió acatar las órdenes del director deportivo Miguel Ángel Guerra: cedió un puesto en la competencia desarrollada en el autódromo Martín Miguel de Güemes y actuó de escudero, cuidándole la espalda, en el trazado qu se levanta en el norte del territorio bonaerense.

Pernía llegó a la cita en Centenario con siete puntos de ventaja sobre Rossi, siendo los únicos pilotos que podían aspirar al título. Y allí, con temple para administrar la diferencia e inteligencia para capitalizar las bondades del Renault Fluence, enseñó el aprendizaje que pudieron dejarle las frustraciones del pasado. Se impuso en la prueba de clasificación y estiró a nueve unidades la brecha con su contrincante; con el mejor registro en la Súper Clasificación aumentó la distancia a 12, con 25 en disputa. En la carrera final manejó con la cabeza fría, sin enredarse ni dejarse empujar por el temperamento sanguíneo, un sello distintivo de la familia, esa que tuvo a Vicente como un tenaz y destacado defensor en los años dorados del Boca que conducía Juan Carlos Lorenzo.

Dejó escapar en la largada a Canapino -firmó el único éxito de Chevrolet en el año- y se dedicó a ser prolijo sobre un trazado que puede ofrecerse cambiante, debido a la tierra que ensucia el asfalto. Controló al mendocino Santero y más tarde a Rossi, cuando el cuyano le dio pista para que ensaye un ataque; en el final, una vez que el Misil observó que la suerte estaba echada, le devolvió el puesto a su compañero de estructura, que en 2019 fue un fiel ladero. Así, Pernía sumó 190 unidades, contra las 175 de Rossi y selló con holgura la temporada. «Hicieron mejor las cosas, porque después de quedar mano mano, ellos fueron contundentes. Hasta la 9na fecha [el calendario tuvo 12], habíamos ganado la misma cantidad de carreras y en los puntos estábamos iguales, pero ellos crecieron en la performance. Fue un justo campeón, no hubo suerte ni azar», lo reconoció Rossi. Campeón y subcampeón se abrazaron y mantuvieron una charla privada, toda una muestra de respeto y de Fair Play.

Cuando la categoría cumple 40 años, primero como TC2000 y desde 2012 con la nueva denominación -Súper TC2000-, Pernía se quitó ese estigma que empezó una década atrás, siendo subcampeón de José María Pechito López; un año después, a pesar de tener una ventaja de 8,5 puntos, Norberto Fontana lo relegó a pintar el N°2; la derrota con Rossi, en 2013, repitió la historia y la herida se hizo más profunda en las dos definiciones con Néstor Girolami (Peugeot 408), en 2014 y 2015. Pernía fue paciente, asimiló las frustraciones y se alimentó de ellas para convertirse en el nuevo rey.

Fuente: La Nación Deportes.

Horacio Sobol

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