Tan freak y tan popular: el día que Trump juró

“Seguro el dueño de casa es Demócrata y no debe estar pasando su mejor momento ja!”, escribió Fernanda vía inbox. En Estados Unidos se respira (y se canaliza de la manera que se puede) la coyuntura política. Fernanda fue la primera persona que me alojó en Estados Unidos, exactamente en Nueva York, y aunque hablamos bastante sobre el triunfo del Presidente de EEUU Donald Trump, en mi memoria quedó el comentario del amigo de Fernanda que lloró durante las últimas horas del nueve de noviembre de 2016.

En el poco tiempo que estuve en Nueva York antes de la asunción de Trump, tuve un pequeño adelanto de la efervescencia oficialista que encontraría en Washington DC: la sala de abordos de la Estación de Pensilvania tenía algunas personas con remeras que hablaban sobre una América grande o simplemente tenían la cara del multimillonario ¿más poderoso del mundo?

De Nueva York a Washington en tren hay cuatro horas: las use para conocer un poco más a Barack Obama, la otra gran estrella de la política estadounidense. “Conversación con Barack Obama”, es la nota de Jann S. Wenner que aparece traducida en la última edición de Rolling Stone Argentina. En el texto, en el que sobran buenos adjetivos para la gestión del ex presidente y la revista, Obama asegura estar muy triste por la derrota de Hilary Clinton (ex candidata demócrata), sentir nostalgia por el excelente grupo de trabajo que abandona la Casa Blanca y estar preparado para la reconstrucción del partido que perdió (increíblemente) la última elección estadounidense.

Las horas previas a la asunción de Trump que pase en Washington, sirvieron para (intentar) entender a qué se refiere Obama al hablar de la reconstrucción del Partido Demócrata. Conmigo bajan en la estación de trenes de Washington DC muchísimos votantes de Trump, todos están vigilados por la seguridad de la empresa, policías y militares: una de las personas que trabaja para la empresa de trenes en la que viajé, me ayuda a encontrar un subte que me lleve a mi alojamiento y me explica que “Al igual que muchas personas, no me gusta Trump; pero vote a Hilary con poco entusiasmo: ella es una mentirosa”.

Mientras espero al subte, encuentro a una de esas personas que están dentro del fenómeno que siempre garpa para cualquier medio de comunicación o charlas de café: una mujer que tiene un cartel que dice “Latinos for Trump”, y es por eso que muchos creerían que esta representante del Partido Republicano en Virginia, es una víctima del Síndrome de Estocolmo. El análisis no parece tan errado, ya que el actual presidente de los Estados Unidos atacó a los inmigrantes desde que anuncio que sería uno de los pre-candidatos presidenciales del Partido Republicano.

El 16 de Junio de 2015, Trump lanzó su “Haz que America sea grande otra vez”, y entre su gran cantidad de propuestas, estuvo la de construir el muro que ¿separará? México de Estados Unidos: “Un país sin fronteras, simplemente no es un país”, fue la defensa del proyecto. Pero a pesar de las réplicas de los medios de comunicación a los ataques constantes contra los latinos, Jazmina Savedra explica porque apoya a Donald: “Estamos cansados de tanta corrupción y que los valores familiares hayan sido dañados; sé que con Trump la economía de nuestro país irá para arriba y habrá más trabajo; es por esto que Trump fue el presidente electo que obtuvo más votos latinos”. Jazmina, que viajó conmigo hasta la última parada del subte, asegura que “los latinos que no generen problemas para el país, no tendrán problemas”. Después de despedirnos y desearnos suerte, subo al taxi de un africano que si tiene miedo.

El chofer que nació en Ghana y vive en Washington desde los ´80, dice (en un inglés tan difícil de entender como el mío) que Trump está loco y que odia a todas las personas que no hayan nacido en Estados Unidos. Antes de dejarme en mi alojamiento, se transforma en la primera persona en hablarme de Maradona (maravillas, obvio) y en la segunda en tratar a Hilary Clinton de mentirosa y corrupta. Nos saludamos, nos deseamos suerte y casi que corro a tocar la puerta de Waters Discovery 21516, la casa de Medard.

Según AirBnB (una servicio de alquileres temporarios), Medard es comunicador y nació en el Congo. Me abre la puerta, entro a su casa y rápidamente me pregunta que hago acá. Le explico que vengo por la asunción de Trump y su cara cambia: saca su celular y me muestra su foto con Hilary; es que Medard fue voluntario de campaña y no quiere saber nada con el acto de asunción. En un rato, voy a chatear con Fernanda y me va a explicar que Medard está triste, que los que trabajaron en la campaña de Hilary no pueden asimilar el golpe; confirmar la teoría de Fernanda será solo cuestión de tiempo.

AHORA SÍ: EL ACTO DE ASUNCIÓN

Después de dos bondis, llegué a la Línea Roja: un metro que me llevaría hasta el Metro Centro, en el que cruzaría a la Línea Azul, para llegar al evento de asunción. En la plataforma del metro, aparecieron los primeros asistentes: anti y pro Trump; con marcas de edad y estilos bien diferentes; algunos tenían carteles en contra del nuevo presidente, mientras que otros vestían gorras roja con la frase “Haz América grande otra vez”, o estaban con la bandera estadounidense en sus buzos o camperas.

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La primera persona que entrevisté, fue un trío de jóvenes, cada uno tenía un cartel anti-Trump. Después de entregarme un volante que dice “TRUMP: HOW FASCISM COMES TO AMERICA”, e invitarme a la marcha de mujeres contra Trump, me aseguran que estarán en alerta y listos para las protestas durante toda la presidencia del multimilonario.IMG_3547Los jóvenes están en el mismo tren que todos los adultos pro Trump, de hecho atrás de ellos hay una pareja que me saluda y me pregunta si vengo desde muy lejos. Explico que viaje desde Buenos Aires y les pregunto por este día: “Estamos orgullosos, entiendo a los jóvenes que no quieren a Trump pero era la única solución para la corrupción, la falta de orden y trabajo”, comenta Joe, que desde hace un año trabaja de forma independiente, luego de perder su puesto en una empresa. Atrás de ellos, hay otra pareja que quiere sumar halagos a la victoria de Trump, pero lo único que logro traducir es que “Gracias a Dios no ganó Hilary, ella es una gran mentirosa”.

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Pasaron casi todas las estaciones y no hay buenas palabras para Hilary Clinton; los fanáticos de Trump la atacan cada tanto y los jóvenes la niegan, solo recuerdan con simpatía a Bernie Sanders, el contrincante de Clinton en las elecciones primarias: un señor de trajes marrones, ecologista, socialista de Estados Unidos y por cierto, muy simpático. Empiezo a entender la preocupación de Obama por reconstruir el Partido Demócrata, pero ahora es momento de recorrer Washington DC en medio de la asunción de Trump.

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La Línea Azul me deja en la estación L’enfant Plaza, a pocas cuadras del área para personas que no cuentan con tickets para los lugares reservados de militantes, políticos, famosos y periodistas. Al salir de la estación, no escucho bombos ni veo humo con olor a choripán; hay policías, militares (de todo tipo: servicios especiales y secretos; arriba de caballos; algunos que se dedican a cortar el tránsito, otros a recolectar basura y otros con armas gigantes) y personas que están en la organización: uno de ellos me entrega el mapa con el que me entero que estaré bastante lejos del acto principal y que además tendré que hacer una fila de varias cuadras para entrar al área para invitados.

 

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Entro a la fila que es una serpiente de cuatro o cinco cuadras, paso por varios camiones de comida y mesas que venden remeras, pines y gorras: las más caras son las que despiden a Obama o anuncian la marcha de mujeres; las que más se compran son las que presentan al nuevo presidente. Mientras miro una remera que fusiona a Trump con un Minion, una mujer se acerca y me dice que espere a la salida, es que  seguramente el valor de la prenda baje a la mitad dentro de unas horas.IMG_3578Después del consejo, Leslie me pregunta que hago en el evento; respondo lomismo que a todos. Durante casi tres horas, caminaré a paso de oruga junto a ella. Le pregunto por Trump y me explica que lo prefiere por sobre Hilary. Recién al final de la fila, cuenta que es empleada publica y hará algunas bromas con Trump: “Es un hombre muy apuesto, tu sabes”, dice mientas guiña su ojo.

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Mientras suenan las campanas que anuncian las doce del mediodía y arranca a caer una lluvia muy finita, Leslie saca su celular; miramos el momento en que Trump asume y jura sobre dos biblias (más tarde conoceré que una fue un regalo de su madre en 1955 y otra es de Abraham Lincoln). En este momento se escuchan miles de gritos: Trump ya es presidente. Leslie me muestra su mano en el aire y chocamos los cinco. Al lado, un hombre nos mira y se ríe.

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Joseph fue la persona que camino conmigo los últimos tramos de la fila y entro al área para visitantes. Nació en Washington DC pero explica que es un neoyorkino desde los ’80. Dice estar muy preocupado por la victoria de Trump, teme por el derecho a la protesta y por la cantidad de negocios que hará el nuevo presidente en beneficio de una pequeña parte de la población, la más rica: “Lo que más me molesta es que Trump es rico y nunca pago impuestos, hoy le hice una broma a mi hermano; le dije que pague sus impuestos porque puede terminar como Al Capone en la cárcel o como Trump, en la Casa Blanca”.

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Al entrar al espacio para visitantes, caminamos junto a una mujer que tiene una remera de Trump y Putin arriba de un caballo. Después de unos cuantos pasos, dos hombres se acercan y le dicen que esa remera es una ofensa para el país: les molesta que a un presidente se lo muestre en una actitud homosexual. La mujer les dice que ahora el país es de Putin y se va. Joseph la anima; nos reímos y esperamos el discurso de Trump.

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Casi todos escuchamos de manera atenta el discurso del nuevo presidente: ahora parece una persona más amigable y más nacionalista. La señora espera cada pausa para abuchear a Trump; los votantes del Partido Republicano no aplauden, gritan “Yeah”; Joseph dice que este nacionalismo es tan apocalíptico y católico que lo aburre y asusta; le pregunto porque piensa eso y me señala varios carteles que dicen que el final está cerca y que la única salvación es Jesús: “Supongo que creen que Trump o Pence (vice-presidente) es el salvador; no lo sé…”.

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Al finalizar el discurso, las pantallas gigantes muestran imágenes de la campaña presidencial y los parlantes pasan canciones de Sinatra, Presley, Pink Floyd y los Beatles. Joseph dice que le molesta que Trump pase esa música en su evento porque son las canciones que escucha todos los días. Joseph cree que recordara este día cada vez que escuche algunas de los temas de sus bandas favoritas. Antes de despedirme hago la última pregunta:

– Joseph ¿votaste a Sanders o Hilary?

– A Sanders, después a Hilary

– ¿Por qué elegiste a Sanders en las primarias?

– Sigo la política desde que tengo 14 años y creo que era el único que podía vencer a Trump; muchos creen que Hilary es mentirosa, corrupta y no podría cumplir casi ninguna de sus promesas de campaña

Nos despedimos. Tardo casi dos horas en llegar a la estación de metro. Bajo las escalares, encuentro mi tren y subo. Solo quiero dormir. Llego a mi alojamiento casi de noche. Encuentro a Medard en la cocina:

– Medard ¿estas triste?

– No, estoy preocupado

– ¿Por qué?

– Trump va a dividir el país

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Simón Ventos

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